«La Ciudad Comprometida»
Por José Antonio Brenes. Documentalista «Asociación Sí, Podemos»
“El Patrimonio Cultural de un pueblo comprende las obras de sus artistas, arquitectos, músicos, escritores y sabios, así como las creaciones anónimas, surgidas del alma popular, y el conjunto de valores que dan sentido a la vida, es decir, las obras materiales y no materiales que expresan la creatividad de ese pueblo; la lengua, los ritos, las creencias, los lugares y monumentos históricos, la literatura, las obras de arte y los archivos y bibliotecas.» (UNESCO, 1982)
En pleno siglo XXI, la accesibilidad universal a la Cultura, entendiendo por la misma tanto el continente (edificios museísticos, bibliotecas, etc.) como el contenido (colecciones, exposiciones, etc.) sigue siendo una asignatura pendiente y, aunque en la actualidad las instituciones culturales se van democratizado, poniendo a disposición del visitante todos sus productos culturales, el fácil acceso a los mismos parece no ser una prioridad, significando el mayor de los fracasos para la total integración del público con discapacidades.
El primer paso para conseguir la tan ansiada accesibilidad sería la eliminación de las barreras arquitectónicas tanto de los propios edificios como de sus entornos. Aunque históricamente los edificios decimonónicos siempre han contado con esas barreras, en forma por ejemplo de majestuosas escalinatas, la normativa legal ya indica las directrices a seguir para la eliminación de dichas barreras y éstas pasan, entre otras, por la instalación de rampas y ascensores, puertas de acceso automáticas y con anchura de paso suficiente, etc.
Por lo que respecta a la accesibilidad del entorno, se deberá procurar que existan medios de transporte público cercanos y plazas de aparcamiento reservadas para vehículos de personas con movilidad reducida.
Una vez salvados los obstáculos exteriores, pasemos al interior. Para que los usuarios puedan identificar las distintas zonas y elementos del edificio en cuestión, se deberá contar con una señalización adecuada tanto visual como sonora y táctil, usando para ello paneles informativos con grandes tipografías y en Braille, megafonía, etc. Las dimensiones de los pasillos habrán de permitir una circulación fluida, teniendo en cuenta los requisitos espaciales de las personas usuarias de silla de ruedas. Por lo que respecta al mobiliario, entre otras características, éste contará con las esquinas y salientes curvos y bien protegidos y los mostradores y puntos de información deberán tener una altura adecuada para recibir a todo tipo de usuario, recomendándose la doble altura.
En cuanto a la accesibilidad al contenido cultural, lo ideal es que la persona con discapacidad pueda aproximarse lo más posible a los productos culturales expuestos. Para ello es imprescindible el uso de vitrinas y mobiliario adaptado, maquetas y reproducciones de documentos tocables, audiovisuales subtitulados, traducción al lenguaje de signos de las explicaciones de los guías, información en Braille, correcta iluminación, edición de guías y audioguías actualizadas y adaptadas para visitantes con discapacidad, etc.
Con la aplicación de estas soluciones, y otras igual de imprescindibles, y apelando a la educación y concienciación de toda la sociedad, empezando por los técnicos, arquitectos e ingenieros implicados en los proyectos de diseño, y siguiendo por los representantes de colectivos, organismos y asociaciones especializados, conseguiremos hacer realidad el sueño de que el Patrimonio Cultural sea para todos los públicos, ya que todos los públicos (niños, ancianos, personas accidentadas, etc.) en alguna etapa de su vida serán personas discapacitadas.
gracias Jose Antonio por tu acertado artículo spbre este tem que tanto nos preocupa como es el de favorecer la integración de todos y la de favorecer la accesibilidd universal… En este sentido quiero que sepas que en los próximos días voy a escribir sobre el alcance de los últimos cambios legislativos en esa materia. Espero que sea del interes de todos