«El Territorio Comprometido»
Las dehesas españolas, expresiones de espacios de aprovechamiento mixto agroforestal y pecuario, se extienden en más de 40.000 km2 por la zona occidental, entre Salamanca y Huelva, presentando algunas variaciones según clima, suelos y usos históricos de las mismas. Dentro de esa amplia presencia, las Dehesas de Sierra Morena presentan ciertas peculiaridades a partir del marco físico donde se emplazan, definido en este caso por una sucesión de alineaciones montañosas de estructura apalachiense y altitudes medias-bajas; una red hidrográfica conformada por cursos abundantes y, en su mayoría, cortos; unos suelos que se caracterizan, en amplios sectores, por el escaso desarrollo de sus perfiles dada la dureza de los materiales aflorantes (cuarcitas, granitos…) y la generalización de los procesos denudativos (sobre todo en las pizarras); un dominio climático mediterráneo de matiz oceánica, que se deja notar en los regímenes de elevadas precipitaciones (entre 500 y 800 mm) y suaves temperaturas (superiores a los 25º en verano y sobre los 8º en invierno), si bien, precisamente en razón al componente típico del clima mediterráneo, cuenta con una estación seca y calurosa que se corresponde con los meses de junio a septiembre.
La vegetación característica del paisaje de estas dehesas está definida por el bosque esclerófilo mediterráneo representado por encinares y alcornocales acompañados de matorrales silicícolas. La fauna, a su vez, está representada por una gran variedad de especies, entre las que existen algunas amenazadas y sensibles, como el lince ibérico, el águila real, el águila imperial o el buitre negro. La dehesa beneficia, además, la presencia de ciervos y distintas especies de aves y micromamíferos, como ratones de campo.
El espacio que ocupan las dehesas de Sierra Morena ha estado sujeto a un uso continuado desde muy antiguo, en algunos casos desde la Prehistoria. A su vez, las formas de vida en este ámbito han estado y están desarrolladas en función de la explotación de sus recursos naturales. Así, la formación de las dehesas, es decir, el período de transición desde un bosque denso y cerrado hacia una formación aclarada (pies de árboles diseminados), que recuerdan la fisonomía de la sabana africana, ha debido durar varios milenios. Durante todo este proceso, la intervención humana ha sido determinante, aclarando, pastoreando, generando fuego controlado y, en definitiva, modificando sabiamente en su propio interés este geosistema tan característico y eficiente.
En efecto, la dehesa supone una óptima utilización de los recursos naturales, ya que la tala del arbolado y su sustitución por cultivos de secano no produjo los rendimientos adecuados dada la escasa fertilidad de los suelos de Sierra Morena. Durante siglos, el mantenimiento de la cubierta forestal, en un largo proceso de errores y aciertos, se ha configurado como la mejor y más productiva alternativa. El papel del ganado ha sido decisivo también en la conformación histórica de la dehesa, destacando el cerdo ibérico, por tratarse del animal que realiza un aprovechamiento más completo de rastrojeras y bellotas.
En la actualidad, la gestión de la dehesa, de este característicos paisaje, ha de enfocarse al mantenimiento de una producción óptima compatible con la conservación del sistema a largo plazo, ya que, gran parte de las actividades rurales tradicionales, basadas en la transmisión de aciertos y exclusión de errores, se han perdido y ha envejecido la población activa que la mantiene en uso, por lo que la dehesa se enfrenta a un grave problema de regeneración natural. En este sentido, el control del ganado se muestra muy importante. De hecho, la perpetuación de las dehesas andaluzas está seriamente amenazada si se sigue con la misma intensidad de aprovechamiento y no se actúa sobre ellas en cuanto a restauración, conservación, regeneración y difusión de sus valores paisajísticos y ambientales.
Por Miguel Ángel Sánchez del Árbol. Geógrafo y Urbanista. Colaborador de GRarquitectos & Gosia Janusz. Paisajista de GRarquitectos
Este es un magnífico ejemplo de sostenibilidad, del buen hacer del hombre desde antaño… un bosque mediterráneo aclarado de quercus donde múltiples usos se solapan. Controlar los abusos es nuestra responsabilidad, para que estas DEHESAS de SIERRA MORENA estén siempre a salvo.
Quedo a la espera de más entregas de estos «paisajes agrarios» tan VIVOS y tan BELLOS.
Un saludo!
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Gracias Carmen. Estos paisajes agrarios «tan vivos y tan bellos», como tú los tildas, no corren otro riesgo que el ya bien conocido: la progresiva y tal vez imparable reducción de habitantes en el mundo rural y, por tanto, de campesinos en el más hermoso y positivo sentido de la palabra. Este problema, o drama si se considera en su verdadera dimensión social, cultural y ambiental, afecta a la mayoría de los paisajes agrícolas españoles, algunos de ellos formidables pero con evidentes síntomas de deterioro. Y la solución, bastante difícil por lo demás, empieza por un mayor reconocimiento social, desde el mundo urbano y terciarizado, de los valores del agro y, sobre todo, del valor de quienes han construído esos espacios con sudor y lágrimas a lo largo de generaciones, cuyo legado no sabemos apreciar suficientemente.
Por ello son necesarios, seguramente imprescindibles, uno, cien, mil, foros como este que vayan explicando el verdadero «valor de los paisajes agrícolas» al conjunto de la sociedad.