«La Ciudad Comprometida”
Toda la teoría urbanística actual surgida del racionalismo y el zonning en el siglo XX está basada sobre la premisa del crecimiento imparable de las urbes. ¿Qué pasaría si una ciudad decreciera? Dejando de lado zonas rurales con procesos migratorios más complejos y las ciudades abandonadas por catástrofes naturales, ¿cómo puede responder nuestro urbanismo y toda una estructura local ante un crecimiento negativo en una gran ciudad? ¿Es posible la “desurbanización»?
Haciendo el paralelismo con aquella película de serie “B” de los años 60, donde un hombre disminuía de tamaño, la Ciudad de Detroit, en Estados Unidos es un caso paradigmático de “encogimiento” urbano. En poco mas de 60 años ha pasado de casi 2 millones de habitantes a poco mas de 700.000, un 25% en la última década. En la prensa digital hemos encontrado este artículo titulado “No hay manera de encoger una ciudad” que os recomendamos leer:
De megalópolis a jungla semiurbana, desde sus días de gloria automovilística, la ciudad de Detroit ha perdido el 63% de su población. El espacio geográfico sigue siendo el mismo: 359 kilómetros cuadrados que corren una suerte desigual. En algunos puntos, la naturaleza reclama lo que es suyo, y reforesta, salvaje, manzanas enteras. Hay en Detroit 800.000 estructuras vacías, la mayoría en estado ruinoso. Los esfuerzos de recuperación, privados y públicos, se concentran en algunas áreas reducidas, que se hacen atractivas para los residentes, afeando aún más los barrios depauperados. No hay un plan maestro. En la historia del urbanismo, mucho se ha escrito de ampliar centros urbanos, pero poco hay sobre el fenómeno del encogimiento de ciudades.
“En la reducción de ciudades no hay modelos exitosos en EE UU, en parte porque hemos sido muy lentos a la hora de admitir este desafío, y en parte porque un cambio sustancial llevará mucho tiempo en culminarse”, explica Shetty Sujata, profesora en el Departamento de Geografía y Planificación de la Universidad de Toledo, en el Estado de Ohio. “Siempre se habla de ofrecer incentivos a los ciudadanos para que se muden de áreas menos pobladas de una ciudad, a otras zonas con más densidad de habitantes, para ahorrar en los gastos de servicios municipales”. Esos intentos, sin embargo, han resultado por lo general fallidos. Los ciudadanos que quedan suelen resistirse a mudarse. Y la ley suele estar de su lado.
El descenso de población de una ciudad provoca graves consecuencias sociales y en su gestión. La capacidad de la administración para prestar servicios merma al disminuir los impuestos, su habitabilidad en términos globales disminuye: se convierte en un lugar menos atractivo para vivir, la criminalidad, el desempleo e incluso el analfabetismo aumentan. De este modo el articulo explica que “Los que se quedan en Detroit lo hacen porque no tienen más remedio que permanecer, gente con pocos recursos”. “Y precisamente son la gente que más depende de unos servicios públicos que la ciudad ya no puede ofrecer. Si no tienen coche, necesitan el transporte público. Si no tienen empleo, pueden depender de subsidios públicos. Si no tienen seguro médico, buscan cobertura básica del Estado. Y cada vez, la ciudad puede ofrecer menos y menos servicios”.
El abandono de hogares es una lacra en la ciudad. Hay quienes venden sus casas por precios simbólicos. Un simbólico dólar es un precio a veces común en determinadas zonas, las más depauperadas. Las familias quieren marcharse sin mirar atrás. Desde luego, hay zonas en las que se concentra la mayoría de nuevos residentes, oasis acaudalados de corte neoyorquino, repletas de modernos lofts, como Midtown. Aun así, el stock vacío en el resto de áreas lastra las ventas medias. Según la inmobiliaria Realcomp, el precio medio de una vivienda en Detroit es de 9.000 dólares (7.000 euros).
Mucho se ha fotografiado últimamente la decadencia de Detroit. A algunos vecinos no les gusta. Tildan la práctica de tomar fotos de las ruinas de pornografía. Hay algo de voyerismo en la fascinación por la decadencia de los formidables edificios de Detroit. Es un turismo en sí mismo. Las ruinas aparecen ya hasta en las guías: la Estación Central de Michigan, la Planta Automotriz Packard, el Edificio Metropolitan. Entrar en ellos, para fotografiar su letárgico derrumbe, es una experiencia abrumadora, como visitar una Acrópolis.
Vergara, residente en Nueva York, es un meticuloso cronista de la decadencia de Detroit. Algunas de sus fotografías se exhiben ahora en el Museo Nacional de Arquitectura de Washington, bajo la rúbrica Detroit is no dry bones (Detroit no es hueso desnudo). “Ahora vemos una nueva generación de jóvenes que ve en Detroit un sitio libre, donde pueden hacer cosas que no se pueden hacer en Nueva York u otras capitales”, explica. “Muchos tienen la sensación de que pueden crear más libremente. ¿Hacer una pintada en la calle? Es poco probable que eso traiga problemas con la policía allí. Para ellos es un lugar ideal para crear”.
¿Puede el arte redimir a las ciudades que se encogen? El Proyecto Heidelberg es prueba de ello. El vecindario afroamericano de McDougall-Hunt es ya más rural que urbano. La yedra devora casas enteras. Las construcciones decrépitas dan paso a lo que a todas luces parecen praderas. Cuesta creer que se está a tres kilómetros de la sede mundial de General Motors. Y de repente, un estallido de color. Lienzos se alzan como tumbas al aire libre. Casas enteras han sido pintadas con formas abstractas. Muñecos decoran las farolas. Es un sueño entre vanguardista y naif.
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Impactante e interesante artículo… la foto del teatro convertido en parking es total, fotógrafos, graffiteros e hiedras son los nuevos conquistadores de la «la ciudad abandonada»… Para reflexionar !
Saludos!
Cuando aún no hemos encontrado la solución para recuperar pequeños municipios que vieron cómo su población se marchaba, nos encontramos con este fenómeno afectando a ciudades como Detroit. Qué miedo pensar que esto se pueda convertir en algo habitual también para esta escala. Aunque pensándolo fríamente a lo mejor es que esas ciudades nunca debieron ser tan inmensas y las cosas están volviendo a su ser.