Mes: mayo 2014

El día que el agua de la Acequia Gorda llegó a Colón

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El 25 de mayo de 1949, a las cinco y media de la tarde, Felipe Reyes Muñoz vigilaba desde su humilde casa del Camino Viejo de Cenes a sus dos hijos, que se afanaban en coger frutos de un níspero, cuando notó que la tierra junto al canal de la Acequia Gorda se desprendía ligeramente. El caudal de agua superaba el metro de altura y asustado puso a sus pequeños a salvo justo a tiempo, ya que el margen derecho de la acequia se rompió y el agua salió como un torrente arrastrando todo lo que encontraba a su paso. El ruido que produjo el desbordamiento alertó a todo el vecindario, que no tuvo tiempo de poner a salvo sus pertenencias. Desde donde se produjo la rotura, a unos diez metros de la fábrica de alpargatas, el agua anegó los chalés 9 y 11 de la Carretera de la Sierra y varias casas particulares, así como los talleres y oficinas del tranvía, cuyos pasajeros fueron trasladados en camiones ante la imposibilidad de la circulación de los vehículos. La inundación arrasó por completo los sembrados en un radio de cerca de 100 metros cuadrados. Fue espectacular el paso del agua por la ribera del Genil hasta la estatua de Colón, donde se formó una balsa de basuras, enseres, piedras y lodos arrastrados por la riada. El servicio de guardia de bomberos, formado por el jefe y un capataz, trabajó si parar para extraer el agua de las viviendas y atender a todo cuanto pudiera amenazar peligro. No hubo que lamentar desgracias personales, pero dada la grave situación que la rotura de la acequia suponía para los intereses de la Vega, la alcaldía ordenó el corte de la circulación rodada y de caballerías por el Camino Viejo de Cenes para facilitar su reparación.

Muchos años después... En los días de calor era habitual ver a los chicos refrescándose en la acequia, una práctica muy peligrosa por la suciedad que arrastraba el agua. Esta imagen es de julio de 1984. Charo Valenzuela/Archivo de IDEAL
Muchos años después… En los días de calor era habitual ver a los chicos refrescándose en la acequia, una práctica muy peligrosa por la suciedad que arrastraba el agua. Esta imagen es de julio de 1984. Charo Valenzuela/Archivo de IDEAL

San Isidro de Granada

Habían pasado quince años desde la última vez que se celebró la procesión en honor a San Isidro en Granada. Tras el paréntesis de la República y la Guerra Civil, en 1944 se restauró la ermita en honor al santo de los agricultores de la Carretera de Jaén y se constituyó oficialmente la Hermandad provincial de Labradores y Ganaderos. Prieto Moreno dirigió el proyecto de remodelación de la iglesia del siglo XVII que estaba prácticamente abandonada. Se construyeron cuatro capillas laterales, adosadas a la nave central, se reparó la bóveda, para darle mayor esbeltez, se añadieron nuevos motivos ornamentales y se construyeron las viviendas para el capellán y el santero, además de reformar el antiguo patio con un sencillo estilo granadino.
Así comenzó una tradición que consistía en la procesión de la imagen de San Isidro junto a la de Santa María de la Cabeza, que desfilaban en una carroza decorada con flores tirada por dos yuntas de bueyes acompañados por un cortejo de caballistas y amazonas, con trajes de campesinos y estandartes de la Hermandad. Las chicas, llevaban cestas con las ofrendas al Santo y solía acompañar al cortejo una representación de la Hermandad del Huerto de los Olivos. Después de la procesión solía sortearse un becerro o novillo entre los labradores y ganaderos de la hermandad y se repartía pan entre los más necesitados.

Foto: Torres Molina/Archivo de IDEAL
Foto: Torres Molina/Archivo de IDEAL
Foto: TOrres Molina/Archivo de IDEAL
Foto: Torres Molina/Archivo de IDEAL
Toto: Torres Molina/Archivo de IDEAL
Foto: Torres Molina/Archivo de IDEAL

Bautizo en la Casa de la Lona

El bautizo de la pequeña María Jesús Eloísa se convirtió en todo un acto social en el barrio del Albaicín. La niña, abandonada por sus padres, fue acogida por un matrimonio que vivía en la Casa de la Lona y allí, rodeados de vecinos, la familia celebró su bautizo el 13 de mayo de 1944. Para agradecer el bonito gesto que el matrimonio Martín Añeres había realizado, el alcalde de Granada, Antonio Gallego Burín, y su esposa, apadrinaron a la pequeña en una ceremonia oficiada por el mismísimo arzobispo García Parrado y que se celebró en la iglesia de San José. Allí se dieron cita autoridades municipales y eclesiásticas, y un gran número de señoras y señoritas de la «buena sociedad» granadina a las que no era costumbre ver por el barrio. «Muchos de vosotros estáis aquí por las circunstancias especiales que han concurrido en este caso. Ello está bien y con vuestra presencia os solidarizáis con el matrimonio que tan hermoso gesto ha tenido de recoger a una niña desconocida como si fuera un don del cielo», dijo el arzobispo en su homilía mientras un grupo de jóvenes de Acción Católica interpretaba escogidos motetes.
Luego, en la Casa, se celebró la fiesta. Los 492 vecinos rivalizaron por engalanar el amplísimo patio con guirnaldas de flores, colchas, tapices y cobres y las muchachas se vistieron con trajes de gitana. La bailarina Lola Medina y un grupo de gitanas del Sacromonte interpretaron su repertorio y la banda municipal ofreció un concierto en San Miguel Bajo. Hubo globos y fantoches para los pequeños y la fiesta duró hasta la madrugada.

El alcalde de Granada, Antonio Gallego y Burín, posa junto a sus esposa con el bebé, sus padres adoptivos y los vecinos que acudieron a la fiesta. 13 de mayo de 1944 Torres Molina/Archivo de IDEAL

Historias de las Cruces de Mayo

La Cruz de Mayo? – No, señor. ¡El mausoleo del cante ‘jondo’!» Miranda ‘profetizaba’ con su viñeta publicada en 1948 la desaparición de la fiesta de la Cruz y, un poco gafe sí que fue. Al año siguiente, un tremendo aguacero deslució la celebración y el 3 de mayo de 1952, un huracán hirió a varias personas  y el viento se llevó, por muchos años, las cruces de las calles de Granada.

Cruz en la plaza del Carmen en 1948
Cruz en la plaza del Carmen en 1948. Torres Molina/archivo de IDEAL
Miranda lamenta el fin de la tradición con esta viñeta publicada en 1948 utilizando como referencia la cruz municipal de aquel año (foto de arriba)
Miranda lamenta el fin de la tradición con esta viñeta publicada en 1948 utilizando como referencia la Cruz municipal de aquel año (foto de arriba)

No era la primera vez que la fiesta languidecía. En los años de la República casi se habían abandonado hasta que, en 1939, recién terminada la Guerra, Gallego Burín ordenó la instalación de una cruz en la Plaza del Carmen. Aquel año se montaron más  40 altares, la banda municipal tocó día y noche y el chavico se destinó al Auxilio Social. Entonces los altares se levantaban en las casas y, sobre todo, en los patios. En los años cuarenta, una de las cruces más animadas era la del Colegio San Bartolomé y Santiago. Los estudiantes, con sus mantos negros, sus becas azules y su buen humor animaban la zona de San Jerónimo.

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Los toros también formaron parte de la tradición. En 1935, Juanita de la Cruz cortó dos orejas y, en 1942 el Granada eliminó al Málaga en la Copa en otro Día de la Cruz para el recuerdo. A finales de los años 60, la fiesta volvió con más intensidad que nunca. La tradición se reinventaba.