Autor: Javier F. Barrera

Santa Adela: Vídeos caseros para vidas duras

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Han encendido la cámara, se han puesto delante de ella y han empezado a contar sus historias, las de los vecinos de Santa Adela. El resultado, según las propias palabras de la vicepresidenta de la Asociación de Vecinos del Zaidín, es que «son unos testimonios muy duros».

Recurren así a Internet, a lo audiovisual, a lo que permanece para siempre, a lo que la gente puede ver y compartir. Buscan esperanza ante un proyecto que ha mutado en conflicto cubierto de sombras.

Entre medias, quedan las caras, las historias, las vidas, las personas, las familias, los planes, que es lo que busca destacar este vídeo que ayer fue presentado en público y entregado a los medios de comunicación que acudieron y también a los partidos políticos, ya que todos fueron invitados.

Os dejo con el vídeo elaborado por los vecinos de Santa Adela, un vídeo casero para vidas duras.

La Alhambra es para todos

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Pocas veces la Alhambra, con sus jardines y sus sombras, su belleza y su capacidad de seducción total deja de ser protagonista.

Acostumbrada con los siglos a recibir a los más insignes visitantes, las más altas instancias, y recibir de ellos las palabras del poeta, del cineasta y del pintor, del fotógrafo y del turista, que, embobados, se dejan embriagar por un espectáculo total, la Alhambra y sus palacios a veces permiten ser solo el escenario.

Es entonces la palestra. Es el motivo. Es el objetivo. pero a cambio subsume al protagonista y se convierte al instante en el apellido. También en la noticia.

Hasta que aparece Osane.

Osane es una perra guía que lleva a Carlos, un invidente granadino, por los palacios nazaríes. Dicen que los perros ven en blanco y negro, pero Osane debe ver con la mirada que Carlos no tiene.

Y los visitantes de la Alhambra, en esta mañana templada de verano, no dejan de quedar fascinados por el espectáculo de esta perra guía y su comunión con Carlos.

Osane construye con Carlos la visión de la Alhambra que no se ve. La de los ecos que se retuercen por los requiebros de los pasillos que unen cada patio con la historia y con la vida.

Osane se detiene cuando Carlos escucha los olores del campo y saborea los sonidos del agua fresca que corre. Aquí se mezclan los sentidos de la Alhambra con los de la extraña pareja.

El resultado es sinfónico, porque hay maderas, rosas pálidos al fondo, cueros que se intuyen y bailes. Si la Alhambra fuera una mujer que no se ve Carlos explicaría cada centímetro de la incertidumbre de forma pausada mientras Osane se arremolina entre las piernas esperando una caricia envuelta en un nuevo paso.

Entonces uno se da cuenta de la inmensidad del monumento que es la Alhambra, y la capacidad de construcción que permite. Y que la experiencia de Carlos y Osane es personal, diferente y única, al igual que la de cada uno de los miles de visitantes del recinto monumental granadino.

Y esta conclusión es la que permite sonreír.

Da igual quién y cómo seas, la Alhambra es para todos.

Long Live Isidro Olgoso! Long Live Rock and Roll!

Isidro Olgoso

 

Ahí estás, Isidro, glorioso, celebrando el ascenso del Granada CF, en la bulla, con el corazón desbordando Granada a borbotones, como eres tú, amigo mío, amigo nuestro, hasta que hace un rato ha sonado el teléfono.

Es Antonio Ruiz, otro buen amigo, presidente de la Asociación de Vecinos del Zaidín. Antonio es pausado y su voz es gutural y profunda, prendida siempre del último cigarrillo que se ha fumado. Pero, esta tarde de domingo de primero de septiembre, está simplemente quebrada. Se lo noto de sobra, pese a estar a mil kilómetros del Zaidín, que Antonio está comiéndose los mocos para preguntarme cómo se pone una esquela en el Ideal.

El brinco que he pegado ha debido ser de categoría. Cuando me ha dicho que has fallecido, Isidro, no me lo he creído. Sí, ya sé que siempre se dice, y se escribe, lo mismo, pero en tu caso, precisamente, es que no me lo creo.

No me lo creo porque precisamente tú no vas y te mueres la víspera del Festival de Rock del Zaidín.

Esa cita mágica de septiembre que une a 60.000 almas que claman por una Granada abierta y cachonda, rockera y divertida y con un esencia distinta que convierte a la ciudad en el eje de Andalucía en su festival más antiguo, gratuito, duradero y con una programación de calidad que existe de Madrid pabajo.

Por eso, precisamente, no me lo creo.

Deberías haber esperado los riffs de Rosendo y convidarte a unas cañas. Pero vas y te largas, sin avisar.

Entonces es hora de tirar del puto baúl de los recuerdos para construir al personaje que era Isidro, un tipo campechano y apasionado, alma mater de este Festival de Rock del Zaidín y un tipo inquieto que escribió un libro fundamental para la micriohistoria de una ciudad que no empieza y termina en la Gran Vía.

Un tipo bonachón y de amplia sonrisa al que últimamente encontraba siempre, al mediodía, en el pequeño local que el Partido Socialista tiene en el Zaidín, donde supongo que se cocerán los sueños y las fiestas.

Solo contaré una anécdota que retrata al personaje.

Sucedió hace ya años, y prometí callarme, pero creo que ha llegado el momento, dadas las circunstancias.

Corrió como la pólvora el rumor de que, palabras más palabras menos, Isidro Olgoso se había enzarzado en una pelea con un concejal del Ayuntamiento del Partido Popular. Las informaciones decían que se había zanjado con un señor cabezazo que dejó tumbado al bueno de Isidro.

Llamé por teléfono al concejal popular quien me confirmó los hechos y pidió todo tipo de disculpas tras ofrecer un rosario de explicaciones.

Más tarde sonó mi teléfono. Era el propio Isidro. Simplemente me dijo: «Por favor, Javier, sé que es una información jugosa, pero te pido por favor que no la publiques».

No se publicó en Ideal.

Y la anécdota define a la persona que se ha ido y que hace un poquito más pobre a la querida ciudad de Granada.

No se me ocurre mejor homenaje a Isidro que guardar un minuto de silencio al inicio del Festival de Rock del Zaidín que empieza este mismo jueves.

O, mejor todavía, subir el volumen a tope.

Long Live Isidro Olgoso Long Live Rock and Roll

Gracias por todo, compañero del alma, compañero

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El gancho sexual de las fiestas: De camareras, enfermeras, bailarinas y los ojos que miran

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Cada cierto tiempo, surge el grito, la denuncia y, en muchos casos, la incredulidad acompañada de la estupefacción por el uso de la mujer como un mero objeto. Por el uso del gancho sexual como reclamo para el negocio. También aparece la hipocresía, la sociedad hastiada y diletante, el fariseísmo político y la indefensión, siempre, del más débil.

El debate es para disputarlo, en cualquier caso.

En los últimos diez años Granada acumula una serie de casos de este corte que sirven para alimentar la polémica, pero también para hacernos nuevas preguntas y enriquecer el debate. Son los siguientes.

-Agosto de 2013
Se sortean tickets y el ganador  tendrá una relación sexual con una camarera especial en una fiesta en un pub de Salobreña.

Cartel Fiesta

En este caso, los carteles pegados por la localidad mostraban a una chica sonriente, sin ropa, que ofrecía un chupito y anunciaba la «fiesta con camarera desnuda». La oferta era la siguiente: «con cada copa obtendrás un ticket para el sorteo de una relación sexual con nuestra camarera especial». Además anunciaba que habrá «gogós con sus sexuales bailes». Esta publicidad, que ha estado pegada en las paredes de Salobreña, pertenece a un pub de esta localidad, que tenía anunciada esa fiesta en la que se sorteaba sexo con una mujer para la noche del sábado al domingo pasados. Los hechos fueron denunciados ante la Guardia Civil por vecinos y por el propio Ayuntamiento. Finalmente, la fiesta no se celebró y el organizador pidió todo tipo de disculpas.

-Mayo de 2009
Una discoteca juega a subastar chicas adolescentes entre sus clientes

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En mayo de 2009, hace cuatro años,  una discoteca juvenil de Granada capital saltó a la fama por organizar una curiosa fiesta que provocó la intervención del Ayuntamiento, que pidió a la Junta de Andalucía y a al Fiscalía de Menores que tomaran medidas. La semana anterior, según se sucedieron los acontecimientos, la sala de fiestas celebró una fiesta en la que se subastaron, con dinero del Monopoly, chicas adolescentes con el reclamo de que eran solteras. Los vencedores del concurso podían pasar un rato con ellas en un palco VIP.

El lema de la fiesta era «Si estás soltera subástate… Si estás soltero puja». La sala de fiestas anunciaba también que premiaba a las chicas que llevaran minifalda. Finalmente, jugar a «subastar» chicas menores de edad como gancho para atraer público a esta discoteca ubicada en el centro de Granada resultó ser «denigrante, sexista y totalmente reprobable». Pero no es delito, según la Fiscalía de Menores.

-Verano de 2005
El Colegio de Enfermería denuncia un espectáculo de striptís en un edificio municipal

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El centro cívico de Cartuja organizó dos espectáculos con el transformista Joan Gardenia y dos ‘stripers’, una de las cuales iba ataviada de enfermera de Cruz Roja. La enfermera compareció en el escenario con un voluntario, y con un fonendoscopio ‘comprobó’ su estado de salud. Para ello, se lo aplicó a los genitales y otras zonas del cuerpo entre los efusivos vítores del público, que animaba al voluntario con exclamaciones como «¡Dale caña!», a la vez que se dirigía a la supuesta enfermera con expresiones como «¡El conejo! ¡Queremos ver el conejo!».

Al final la ‘striper’ se despojó del uniforme y lució un desnudo que no llegó a ser integral porque en la cabeza conservó la cofia con el emblema de Cruz Roja. El espectáculo se celebró en la casa de la cultura de Cartuja, un edificio municipal que había sido cedido por el Ayuntamiento pese a las críticas de la oposición.

El Colegio de Enfermería protestó por el uso del uniforme en un espectáculo de ‘striptease’ en un local cedido por el Ayuntamiento. No sólo protestó, sino que además anunció que acudiría a los tribunales de justicia para denunciar los hechos. El colegio estaba ya harto de la imagen que se suele dar del colectivo de enfermería con uniformes y espectáculos que están relacionados con ofrecimientos sexuales.

-Marzo de 2002
Clausura del Salón del Cómic, espectáculo porno en vivo y quema de fotografías de una virgen

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Con todo este rosario de contratiempos por el uso sexual de la figura de la mujer, no fue sino en 2002 cuando la zapatiesta fue de tomo y lomo, hasta el punto que el entonces arzobispo de Granada, monseñor Cañizares, convocó en las Angustias un acto de desagravio.

Era marzo de 2002 y la decisión de incluir un número pornográfico en la gala de entrega de premios del VII Salón Internacional del Cómic de Granada salió muy cara a los organizadores porque las administraciones le retiraron todas sus subvenciones, que aquel año fueron 180.000 euros.

El contenido pornográfico de la gala de entrega de premios del Salón del Cómic de aquel año incluyó dos actores que realizaron un largo coito mientras los premiados recibían sus galardones mientras se quemaban imágenes de una virgen y de Lorca.

 

 

Una fotografía del Albaicín, por Arturo Pérez Reverte

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Hoy por la mañana me he vuelto a desayunar el Ideal con mi café con hielo y media de aceite. Tras pasar las páginas de papel he llegado al couché del XL Semanal y me he citado con Arturo Pérez Reverte quien, sorpresa, se ha paseado por Granada y ha subido al Albaicín.

Arturo escribe que sube para escapar del lodo que nos rodea. Con razón. Rememora lo que él sabe que hay entre y desde las cuestas y vistas del viejo barrio.

Se viene abajo con la enumeración de desastres de robos y corruptelas hasta que, magia y precisión, suena un viejo acorde de guitara y es entonces cuando todo cobra sentido.

Ahí, desde San Nicolás, se saborea el Albaicín y la vieja y buena historia de Granada y España y sus gentes y Arturo Pérez Reverte, muchas gracias, lo sabe explicar porque lo comprende.

Ramón L. Pérez, mi compinche, también. Por eso va y te saca esta foto, que creo que es el espíritu que capta Arturo Pérez Reverte y explica en este artículo, que tanto me está gustando.

Una aspirina en Granada

«Granada, o sea. Y enfrente, arriba, la Alhambra, la Roja; la que fue, antes de que los reyes ziríes la pusieran a punto, Hish Garnata. He subido hasta el Albaicín -malditas cuestas, no me extraña que hasta 1492 no conquistaran esto- buscando un analgésico: intentando escapar un rato de lo de abajo. De los periódicos, de la tele, de las tertulias, de los ecos y consecuencias de toda esa gentuza que nos gobierna o desgobierna turnándose cada cuatro años en infamia, cobardía, venalidad. Huyendo del Iva a la cultura, del expolio fiscal, del negocio autonómico con sus beneficiarios y su clientela, de las tiendas cerradas, de las librerías inexistentes, del intolerable desempleo, del robo descarado, sistemático y general perpetrado por el risueño ministro de Hacienda desde que tomó posesión, de las diecisiete taifas españolas, de la impunidad administrativa, de los ayuntamientos que nos asfixian en imbécil papeleo, del estólido analfabetismo de quienes medran rigiéndonos, de la falta de educación pública y privada, de la infanta de las narices, de su legítimo esposo y de ya te seguiré contando. De la demagogia, el cinismo, el embuste, la mezquindad, la poca vergüenza. Tan de aquí. Tan nuestras.

Subo hasta el Albaicín, como digo, a ver si por un rato consigo que todo eso se quede abajo, aunque supongo que verdes me las van a segar y que toda aquella basura, suba a donde suba, me perseguirá con ese hedor que no hay tarjeta postal, por bonita que sea, capaz de quitar de encima. Mirando con envidia a los turistas japoneses, porque llevan en el bolsillo un pasaporte y un billete de avión que podrán sacarlos de aquí. Y en ésas estoy, frente a uno de los paisajes más bellos de Europa, mientras pienso en quienes me lo amargan; masticando entre dientes, como si fueran aspirinas, los versos de Rafael Guillén: «Calles de látigo y garra / por las espaldas del monte / no hay más luna ni horizonte / que el aire que las desgarra». Y me paro en el mirador de San Nicolás para mirar lejos, enfrente, abajo, este lugar que antes de hacer mío con los ojos descubrí en viejos romances dormidos en la biblioteca de mi abuelo, o en los versos, que sé de memoria porque mi padre me los recitó cien veces, sobre la hazaña del pequeño grupo de soldados castellanos que, para devolver una afrenta de los moros -habían arrastrado el crucifijo de una iglesia saqueada por el campo de batalla-, se internaron de noche en la ciudad enemiga para clavar un cartel con las palabras Ave María en la mezquita grande, hoy catedral: «Sorprenden los centinelas, / traban lucha encarnizada, / y Hernán Pérez del Pulgar, / sólo y por toda Granada, / va a la mezquita mayor / y en la puerta, y con su daga…».

En ésas estoy, como digo, contemplando la ciudad, y la vega donde estuvo el campamento cristiano, y las torres bermejas donde guerreros musulmanes cambiaban turnos de guardia. Y considero cuánta historia hay en esas viejas piedras y en este lugar fascinante; y por extensión, en la tierra, país, patria, nación o como se llame, o no se llame, que los alberga. Cuántas cosas a recordar, estudiar y conocer. Cuántas identidades posibles, cuántos legítimos orgullos, cuánta memoria común si desde hace siglos gente decente, no los rufianes miserables y criminales que siempre tuvimos, nos hubiera educado para ello, en vez de envolvernos en banderas, mezquindades, demagogia y vileza. Y sin embargo, me digo, a pesar de todo, a pesar de nosotros mismos, no es una mala tierra. No somos mala gente; o -matizo tras un instante- podríamos fácilmente no serlo. Y como si todo estuviera dispuesto de antemano, en ese momento oigo a mi espalda el rasgueo de una guitarra en la plaza misma. Y me acerco a beber un tinto de verano a la terraza del bar Kiki, y en la puerta hay cinco tíos con tatuajes en el dorso de la mano y un peligro que te rilas, y algún careto donde no hay gota de sangre cristiana desde los Reyes Católicos, sentados a la sombra, dándole a la música -hora y media después me regalarán un cedé con la funda rota donde pone Pastrana escrito con rotulador-. Me siento allí, a su lado, junto a algunos guiris y un grupo de hombres callados, españoles, con pinta de currantes que se han tomado un descanso, y que escuchan la música con mucho respeto. Y esa música es tan buena y tan de verdad, allí, en la plaza del cementerio de San Nicolás, en una sombra fresca del Albaicín, que mojo los labios en mi vaso y sonrío, feliz, mientras miro Hish Garnata a lo lejos y la aspirina me hace efecto, al fin. Los japoneses, concluyo, con su pasaporte y su billete de avión en el bolsillo, no tienen ni puta idea».

Vía Finanzas.com, Gracias.