Mi tío Enrique me dijo: «Me podrán matar. Pero no me dan miedo». Enrique Lartundo, Lartuondo a veces le escribían, era así, un tipo de los de siempre, un vasco de los de verdad y, además, un visionario.
«Me podrán matar. Pero no me dan miedo», me dijo desde el fondo del alma que terminaba en unos ojos verdes que habían visto todos los mundos.
Una vez comprendida la frase, una estocada de florete, pensé que si los escalofríos tienen color no debe ser otro que el azul helado, pálido y ennegrecido. El que te marca el sendero de la muerte.
De su mano brotó una flor negra con una cacha de madera noble y lustrada. Era un revólver del 38 corto, mortal en las distancias cortas como lo es la mujer que tú amas y ella te desprecia.
Disimimulaba en su mano su peso de cristal oscuro de sombra y fuego, brillante e inmaculadamente asesino. Corrían los noventa y llovían balas, plomo y esperanza sobre mi Euskadi del alma herida y helada.
Fue toda una lección de vida, una de las muchas que tuve el honor de aprender de él. Mi tío Enrique me enseñó que a los que imponen la violencia se responde con valor.
Esa lección que aprendí una noche larga de verano en su casa es la que recuperé durante las cinco intensos días que median entre el viernes 11 de julio y el martes 15 de julio de 1997, cuando ETA secuestró y después asesinó a Miguel Ángel Blanco.
Se generó entonces la reacción de ira y dolor que unió a los demócratas para perder el miedo a ETA y avanzar juntos hacia la paz. Una paz que hoy, gracias al esfuerzo de todos, se ha conseguido.
Han pasado 15 años y todavía tengo presentes, calientes, humeantes, las escenas que viví durante esos días, y que hoy, pese a la inmensa tragedia de todas las víctimas del terrorismo, ha terminado en una paz que ahora hay que trabajar para que sea estable, duradera y para nuestros hijos. Son las siguientes.
1.-Viernes tarde: La palabra ‘chantaje’ a cinco columnas en la portada y con el cuerpo 120
El viernes teníamos prisa porque habíamos comprometido nuestra presencia el sábado en Rentería para la boda de un gran amigo en el día más feliz de su vida. El destino iba a convertir este matrimonio que hoy en día se ha convertido en una familia maravillosa, en una de las experiencias personales más contrapuestas de mi vida. Recuerdo que Eduardo Peralta, entonces director adjunto de Ideal (ahora ya es director des hace más de diez años), peleaba el titular. Justo antes de arrancar el coche para partir de Granada hacia San Sebastián, vi perfectamente como escribía la palabra «chantaje» en la portada. Era la palabra perfecta para definir lo que trataba de hacer ETA con los demócratas.
2.-Viernes noche: «Viva la Guardia Civil en el peaje de Vitoria-Gazteiz»
El coche, por supuesto, no tenía aire acondicionado. Viajábamos con las ventanas abiertas, el loro a tope y fumábamos como condenados. Era maravilloso. Llegamos al peaje de la autopista en Vitoria-Gazteiz para seguir hacia Donosti. Era verano. Mucho tráfico y colas en el peaje. Aparecieron a toda pastilla media docena de jeeps de la Guardia Civil, de los oscuros, con cristales ahumados, blindados. Se bajaron los guardias con sus uniformes verdes oscuros, sus metralletas y subfusiles, sus boinas ladeadas. Tensión. Yeya y Marina, motrileñas que viajaban a la boda con nosotros, sacaron las cabezas por el cristal del coche y gritaron: «Viva la Guardia Civil». Y les lanzaron unos besos. Los guardias se volvieron, emocionados. Esos tipos iban a buscar a Miguel Ángel Blanco.
3.-Sábado por la tarde: «Está vivo. Está vivo Ha aparecido vivo»
Media docena de compañeros de facultad de Periodismo hacemos lo de siempre: fumamos, tomamos café y escuchamos la radio. La diferencia es que esta vez estamos todos en silencio. Está el novio, Jose, Soro, Juanpi, Antxon… La radio dice que ha aparecido Miguel Ángel Blanco, que está vivo, que si en Lasarte… Todo cambia al segundo cuando dicen que lleva dos balazos en la nuca, que está en coma… Muere a las horas…. Menudo banquete de bodas en Oiartzun…
4.-Domingo por la tarde: En la sede de HB en San Sebastián, los ertzainas se quitan los pasamontañas
Conozco bien la sede de Herri Batasuna en la calle Urbieta de San Sebastián. Mis abuelos paternos vivieron toda su vida en esa calle, en el número 36, y fueron maestros nacionales de las escuelas públicas de esa misma calle. La sede de HB estaba en el número uno, justo donde el centro comienza a mutar en el barrio de Amara.
En la sede de HB estuve en el verano de 1989 cuando Txikito de Amorebieta le mandó un regalo a José Luis Barbería, entonces corresponsal de El País, y le espetó: «A ver qué publicas».
En esa sede, anocheciendo, se congregó un montón de donostiarras, llenos de indignación y dolor. La ertzaina se desplegó y, en un momento sublime que aprecio haber vivido, se quitaron los pasamontañas y se quedaron a cara descubierta. Estaba allí y los escalofríos también pueden ser verdes, del color de la esperanza.
Ese gesto era valiente. Y anunciaba el porvenir: sangre, lucha y dureza, asesinatos. Pero al final, la paz.
5.-Lunes a primera hora de la mañana: La esperanza se llama Ermua. Nace el Espíritu de Ermua
Teníamos que volver al Sur. Pero paramos en Ermua. Allí se fraguaba el Espíritu de Ermua. No eran las siete de la mañana y las puertas del Ayuntamiento estaban abiertas. Mucha gente había hecho vigilia, nosotros le decimos ‘gau pasa’, pero tiene un significado de fiesta.
El Ayuntamiento olía a dolor como nunca antes lo había percibido. Subimos las escaleronas y allí estaba el féretro. Dentro no estaba Miguel Ángel Blanco, que vive desde entonces como tantos otros entre nosotros, en nuestros corazones. Dentro estaba el fin de ETA. Fueron los días en los que perdimos el miedo.
Hoy nos toca construir la paz.