No has estado nunca en el centro cívico de Cartuja, detrás de la Guardia Civil, en la Zona Norte. Seguramente, tendrás una idea de lo que se cuece por ahí. Y, seguramente también, estés más que equivocado. Que de todo hay en botica cierto es, pero que los vecinos sufren un problema de salud pública, de merma de sus derechos y, sencillamente, de puto frío, también. Y, además, son humildes, trabajadores y honrados.
Déjame que te cuente lo que han hecho. Han vencido al miedo. O al menos, están en ello. El miedo lo tiene el débil frente al fuerte. Y el fuerte en estos barrios son las grandes compañías que no garantizan sus derechos, ni tan siquiera el servicio, que pagan religiosamente todos ellos, menos los otros fuertes, los cultivadores ilegales de marihuana, que se enganchan ilegalmente a la red eléctrica y según Endesa, son los únicos culpables del desaguisado de frío y hielo.
Déjame contarte que estos débiles frente a los dos veces fuertes se han unido. Ha sido esta misma semana. Y ha sucedido en este centro cívico. La reunión estaba prevista en la sala donde mensualmente se celebran las juntas de distrito, pero fue tanta gente que tuvieron que habilitar el salón de actos anexo. La buena noticia es que faltaron sillas, que muchos tomaron la palabra, que un chavea les pasaba corriendo el micro para que se oyera alto y fuerte, y que quedaron en que van a seguir.
Se han unido. Ha nacido una nueva marea sin colores, que ya están todos ocupados, ha nacido un grupo de gente que va a luchar por un problema de salud pública y de derechos. Es una Marea de la Luz, y ellos la llevan ahora en sus ojos. Yo lo he visto. He visto la luz en sus ojos.