Una obra destapa un misterio. Una Suiza de secretos. Cajas de seguridad bajo la loseta isabelina, bajo el cuarzo del tiempo, debajo del empedrao graníno, duerme el sueño injusto y desmedido del cemento combinado con el asfalto.
Pero, y cuando llega el progreso de máquina y política ex machina, dios como justificación y sobre todas las cosas, salen a la luz y recaen con todo el peso del poder del olvido.
Largos son los secretos que la ciudad esconde y, en los últimos cinco años, bajo las piquetas y palas excavadoras del futuro de la nueva ciudad han aparecido, y no las diremos en orden, vasijas como fenicias, villas romanas que dan pie a un futuro ignoto y museo en Los Mondragones, plazas de toros de no se sabe qué siglo si lo preguntas en Calvo Sotelo pero que sí saben responder que tardaron un siglo en hacer la avenida, grifos de gua de tubería rota y miles de metros de obra excavada en torno a un metropolitano que no decae.
Al final, la sucesión de desencuentros y encuentros, la cita a ciegas con la historia del subsuelo de la ciudad es un mal menor con tono mayor que retrasa, confunde y sobre todas las cosas, enfrenta.
Un repaso a los últimos diez años permiten comprobar las vicisitudes que supone excavar, aunque sea mínimamente, en la ciudad de Granada. En julio de 2005, los restos arqueológicos encontrados en las obras de la avenida de la Constitución amenazaban con trastocar toda la planificación y el diseño y, para empezar, dejaban sin fecha el final de las obras.
Según se informaba hace diez años, el enfrentamiento entre el Ayuntamiento gobernado por el Partido Popular y la Junta de Andalucía en manos del Partido Socialista iba a ser épico. No solo no desapareció sino que hoy en día se ha convertido en algo habitual, como lo demuestra la paralización del arreglo del parque del Cuarto Real de Santo Domingo, en el barrio del Realejo.
Si saltamos hasta hoy en día, podemos recordar que las obras del metro han puesto al descubierto tres hallazgos arqueológicos de importancia para conocer la historia de esta ciudad. El primero emergió en el campus universitario de Fuentenueva donde aparecieron construcciones de época romana, los restos pertenecen a una unidad de carácter agropecuaria, asociados a una almazara con un gran edificio de almacenaje y una necrópolis (34 sepulturas) de los siglos IV a VI d. C.
El segundo grupo de vestigios arqueológicos apareció en Severo Ochoa, era una necrópolis tardo romano a la altura de Albert Einstein con más de cincuenta tumbas. Por último, en la zona del Alcázar Genil, dentro del subtramo Camino de Ronda-Campus de la Salud, afloró el gran albercón documentado por Gómez Moreno en el siglo XIX, en lo que podría ser un espacio palatino más extenso. Se concluyó que la solera del estanque está perdida.
La crisis que sufre el país hace que no haya muchas obras de envergadura. Pero el ritual no deja de ocurrir. En marzo de 2012 las obras de Económicas destapan una zona arqueológica con restos íberos y romanos y, buenas noticias, en abril del año pasado las obras en los Mondragones dejan al descubierto una villa romana del siglo I. En febrero de este mismo año se ha anunciado que Mondragones tendrá su museo romano dada la importancia del hallazgo.
Mientras, los agujeros se trasladan y Granada Gruyere comienza a dejar de ser una idea y se convierte en metonimia.
Saquen sus diccionarios y disparen