(Agosto Día 12)
Otra idea es sobre la necesidad de tener ‘Un lugar en el mundo’. Ese lugar donde, simplemente, eres, existes y angelgonzaleas sin más. Donde crees en ti. Donde eres. Donde te basta. Vale el tranko del bar Candela, en el Realejo de Granada. La ventana abierta del Alboka, en la calle Easo de Donosti, frente al Muro de San Bartolomé y junto a la cuesta de Aldapeta, donde nuestros colegios. Vale Aixerota, en Getxo, Bizkaia, donde desayunábamos de madrugada viendo amanecer sobre el Abra Exterior del Puerto de Bilbao tras una noche intensa de estudios. Nos llevábamos del obrador de Malakate los bollos de mantequilla y nos los zampábamos mientras madrugaba junio entre 1986 y 1990. Telúrico es el Palacio de Diocleciano en Split o el fiordo de Bergen en Noruega, el timón del Fra o los tres drakars de Roskilede. También vale una noche sin dormir callejeando por plazas, calles y canales desiertos en Venecia o una noche sobre una atalaya, solo, fumando, viendo amanecer desde Sultan Amet sobre el Bósforo, donde se juntan dos continentes. Ahí delante estaba Hagia Sofia y la Mezquita Azul en la Sagrada Puerta de la Ciudad de los Tres Nombres. Costantinopla, Bizancio, Estambul. Nada cambiaría por un atardecer en Sarajevo tras los bombardeos o el olor a libro quemado de su biblioteca en ruinas. Podría seguir ad infinitum, los yonkis en pleno mono en el metro de Berlín en Friederickstrasse, un amanecer sobre el Támesis con mi camiseta de los Clash que sabe a despedida o un juramento de no volver nunca más a París. Vale también la luz de África en el Ecuador cuando aterrizas en Tanzania o bajar de pie una pirámide maya en medio de la selva del Yucatán. Y bajarla de pie y fumando mientras sonríes a tu amigo del alma y ves la selva por encima del hombro, sintiéndote un dios. Sin embargo, si hay algo que me estremece, siempre, son las dos columnas de Hércules, fundador mitológico de Sevilla, en la Alameda. Alfa y Omega de la mejor historia de amor que en el mundo ha sido.
Y ahí vuelvo esta noche. A joderme vivo.
RECOMENDACIONES
–Rumbo a Tartaria, de Robert D. Kaplan. Rumbo a Tartaria es un clásico contemporáneo de la literatura de viajes, una ruta inolvidable por una de las regiones más fascinantes y volátiles de la tierra de la mano de Robert D. Kaplan, que en este libro construye un verdadero atlas político. Desde Hungría y Rumanía a las lejanas costas del mar Caspio, el viaje de Kaplan recorre Turquía, Siria e Israel para pasar a la turbulenta zona del Cáucaso, desde la ciudad de Baku hasta los desiertos de Turkmenistán y Armenia. Por el camino, las increíbles historias de personajes inolvidables iluminan la trágica historia de esta región que es la nueva frontera entre oriente y occidente y que con los conflictos de Siria y Ucrania vuelve a estar de plena actualidad.
–Viaje con Herodoto, de Ryszard Kapuscinski. Es, en su última obra, donde Kapuscinski aprovecha para contarnos sus inicios, entre otras muchas cosas. Además de los retazos biográficos a través de los que desarrolla sus primeras experiencias como reportero fuera de Polonia, Kapuscinski utiliza este libro para contarnos otro libro. Porque “Viajes con Heródoto” no es un libro de viajes sin más, es un libro de historia y es casi un ensayo. Un ensayo sobre “Historiae”, los 9 libros que forman la obra magna del griego de Helicarnaso. Obra que llegó a sus manos antes de cruzar por primera vez la frontera de Polonia y de la que nunca se volvió a separar, porque nunca pudo separarse del que siempre consideró su maestro, el primer reportero, el primer historiador y gran viajero: Heródoto.
UNO A UNO
Son como hormigas (Agosto Día 1)
Desde el Infierno (Agosto Día 2)
Donde todo empezó (Agosto Día 3)
Bajo la sombrilla (Agosto Día 4)
Flores en la cabeza (Agosto Día 5)
Estos es un Tercio español (Agosto Día 6)
Paellas y Guiris (Agosto Día 7)
Mirando como mira Marilyn (Agosto Día 8)
Muros de gomaespuma (Agosto Día 9)
La siguiente estupidez (Agosto Día 10)
El desamor como fuerza creativa (Agosto Día 11)
Un lugar en el mundo (Agosto Día 12)