«Arrieritos somos, y en el camino nos encontraremos», es la frase que preside la vida de Isidro García Sigüenza, maestro jubilado que ha querido emular a los viajeros románticos ingleses como Washington Irving (Me escribe un querido lector para aclararme dos cosas. Una. Que lea un poquito más. Y dos, que no es inglés. En efecto, es de NY. Gracias) y que ha tardado un mes y un pellizco de días en cubrir el viaje desde Gibraltar hasta Granada. «Es la frase de la solidaridad de los caminantes y de los caminos», arguye.
«El viaje lo hemos hecho ‘Molinera’, mi burra de 17 años, y yo. La pobre estaba desquiciada, en puro abandono en un cortijo en Tarifa y, casualidad que nos encontramos los dos. La pusimos gordita, se puso en forma, y es extraordinaria. Ha hecho el camino con gana y con gana también quiere volver al pesebre», explica las andanzas e informa que la media de vida de una bestia «así es de unos treinta años».
Isidro está encantado por todo lo que le ha acontecido durante este largo mes. «El tema de la burra es que supone familiaridad con todo el mundo. Abre vías de amistad con la gente. Es tu mejor tarjeta de presentación. Crea lazos de afinidad con la gente, con los niños con los mayores».
Isidro vive en la Serranía de Ronda, en la estación Gaucín (provincia de Málaga), donde dice que ha sido maestro durante 35 años. «Al jubilarme (tiene ahora 63 años) toda mi ilusión era poder realizar la misma ruta que en su día realizaron los viajeros románticos. Me interesé mucho por los escritos que dejaron. Primero hice el Camino Inglés, que es de Gibraltar a Ronda. Ya continuación lo hemos querido continuar hasta lo que imagino que era el objetivo principal de estos viajeros», en referencia a Granada y la Alhambra y el Generalife.
«Paralelamente a la idea romántica, prosigue, me interesa recuperar los caminos antiguos. Todo el trayecto hemos utilizado senderos, cañadas, caminos realengos, de herradura… Todo lo que sea público y que sea de tierra, que no tenga cemento».
El trayecto comenzó un 13 de septiembre en la mismísima verja de Gibraltar, «porque como la mayoría de los viajeros románticos eran ingleses, empezaban el camino en la colonia de Gibraltar». Ycomenzó a caminar. «Nosotros somos arrieros. Vamos sin mapas ni planos y solo nos conduce la experiencia popular, lo que la gente nos dice de cómo se va y cómo se llega. Son los mejores informadores. No hay mejor informador que el que ha hecho el recorrido mil veces. Son pastores, tractoristas. La gente del campo. Ynos informaban de pueblo en pueblo».
El recorrido comenzó en Gibraltar «y subimos por la sierra hasta Ronda, con todo lo que implica de emocionante y apasionante. Seguimos las líneas de las montañas, porque para los románticos tienen un significado especial, unido al otoño, los valles y hondonadas, los colores y las tormentas. Te generan sentimientos muy encontrados, a veces emotivos y fantásticos, pero otras te dan miedo». Silencio. «Y, a veces, también lloras».
«Es precisamente la compañía del animal lo que te sirve para superar y también disfrutar el camino. Te fijas más. Pones tus ojos en los de la bestia. Estás atento a sus necesidades más que a los tuyos. Antes come y bebe ella que tú. Cuando montas la tiendas vas a ver si está protegida, si puede haber peligro y sobre todo si tiene yerba».
Desde Ronda «subimos el valle de Abdalajís y luego al Chorro en Álora. De ahí pasamos al Torcal de Antequera, Villanueva del Cauche, la parte sur de Antequera. Y ya pasamos a Alhama de Granada, siempre la serranía, siempre la Penibética, las montañas. Buscando los enclaves». «De Alhama hemos pasado a Albuñuelas, que también es un pueblo extraordinario, siempre entre precipicios y barrancos. En este tramo buscábamos la Sierra de la Tejeda, Alhama y Almijara», explica.
Terminaba ya la odisea:«Después fuimos a Lanjarón para coronar el Veleta y el Mulhacén, pero llovió y nevó así que retrocedimos por El Padul y de ahí por la Vega a Monachil. Yhoy hemos recorrido el Camino Real de los Neveros hasta la Alhambra».
Su valoración de la experiencia es clara:«La gente se queda encantado cuando realizas tu sueño». Por su parte, añade que «insisto mucho en la compañía de una burra, porque te exige, porque no puedes pasar por cualquier sitio, porque hay alambradas te cortan el camino, los escarpados, los árboles caídos, las rocas te impedían el paso».
«Y, quiere terminar, todo lo recorremos por veredas y caminos reales, que están tan abandonados, que los dueños de las fincas colindantes se han apropiado de ellos. Parece mentira que el campo ya tenga puertas mientras que, sin embargo, la gente de los pueblos te abre siempre su casa».