Hay lirios azules en los jardines de la Casa del Chapiz. Una bailarina danza en el Bañuelo creando unas imágenes sugerentemente bellas. El cuentacuentos de la Casa de Zafra embelesa a los niños y a los niños que llevan dentro sus padres. Hay música en la casa morisca del Horno de Oro y el palacio de Dar al-Horra cobra vida con los sones y los bailes.
Los grupos de turistas cruzan a primera hora de la mañana las enormes puertas de la iglesia de Santa Ana, alfa y omega del Albaicín, mientras grupos completos, jadeantes, llenan la sala de espera para comenzar la visita a la Abadía del Sacromonte.
Algo está pasando y la contemplación de Granada desde el Sacromonte es inhumana, bestial. Es una saturación de los sentidos: golpea la primavera a la puerta, mece la brisa los pensamientos, acarician los rayos del sol las mejillas y brillan las colinas sobre las que penden bellos los palacios nazaries y los callejones y rincones albaicineros.
Sólo se entiende el sueño de Granada desde la vetusta Abadía, que también abre hoy sus puertas a una iniciativa que une los dos polos de tracción turística y cultural, la Alhambra y el Albaicín, con la ciudad. Así que lo que pasa es que de alguna forma los granadinos y los turistas están conociendo el Albaicín a la vera de la Alhambra.
El Día Internacional de los Museos permite, al menos ayer sábado, poner a prueba la ilusión de un turismo culto y receptivo que vive Granada. Lejos de la ‘parquetematizacion’ y del viaje organizado de aluvión y tentenpié que nos volvemos antes de que anochezca, esta iniciativa muestra los tesoros de una ciudad que hay que aprender de nuevo y que hay que volver a visitar.
Ya no se trata de ver la Alhambra y de hacerse un selfie en San Nicolás. Se trata de reservar un par de noches y comprender la riqueza de una ciudad única. Es el sueño de la Dobla de Oro, que une el monumento de la Alhambra con un conjunto de visitas a cual más atractivas en el Albaicín que logran unir, por fin, el Patrimonio de la Humanidad que está formado por la Alhambra, el Albaicín y el Sacromonte.
Se ahuyenta así el turismo depredador. No vale ni el ‘balconing’ ni las despedidas de solteros y de solteras con toda la parafernalia cursi de sexshop. En la otra esquina, el botellón a tutiplén, hace que, a todas luces, la Dobla de Oro como ruta culta, lúdica, artística y divertida se convierta en la posibilidad real de que Granada sea más Granada que nunca.
El objetivo, «compartir una jornada que nos servirá a todos para reflexionar sobre la importancia cuidar y proteger nuestro patrimonio más cercano», explica la directora dle Patronato de la Alhambra, Mar Villafranca.