La tienda se abre al punto de la mañana y devora a las motos con sus mercancías en cuero, cuentas de colores, postales del marco incomparable de la Alhambra, sombreros para protegerse del sol de Andalucía, atractivos turísticos Souvernirs, Souvenirs (Recuerdos, Recuerdos) que cantaba Johnny Hallyday y ya nadie se acuerda, pulseras, bolsos y volvemos a empezar, todo subiendo por las paredes, por las fachadas, por los toldos, como si fueran enredaderas que trepan buscando la luz del sol del turista.
En El Club de las Pequeñas Cosas nada nos parece ni medio bien ni casi mal ni apenas regular, simplemente damos fe de lo que vemos, de lo que sucede, con sus contradicciones y sinsabores, acaso un día saldrá bueno y regalaremos sonrisas.
El ejercicio de camuflaje en Plaza Nueva, en cualquier caso, sí deja patente que el derecho a aparcar la moto no está reñido con el de sembrar de mercancías la fachada de tu negocio.
Queda en el aire la pregunta. ¿Cómo sale el dueño de la motillo de ahí?