Martes 23 de julio.
Bajo Albaicín
20.30 horas.
Un tipo de 36 años grafitea una especie de Snoopy de color azul que baila y sonríe.
Un vecino llama a la Policía, que envía una aptrulla y lo detiene.
Toda el peso de la ley va a caer encima de esta persona: La Ordenanza de la Convivencia, el Código Penal y una denuncia particular de los dueños del inmueble grafiteado: Puede acabar con sanción económica y el péndulo de uno a tres años de cárcel.
Pero el crimen es quizá otro.
¿Por qué alguien pinta en un barrio que es Patrimonio de la Humanidad, repleto de Bienes de Interés Cultural protegidos?
¿Por qué no se busca un sitio adecuado donde su pintura cobre brillo y alegre eld ía a quien pasa?
¿Por qué…?
Granada está intoxicada de pintura, de grafitis. Sus barrios históricos y monumentos apestan a spray: la Catedral, La Basílica San Juan de Dios, el realejo, el centro y el Albaicín están cubiertos por una manta pintada con el aerosol de la falta de civismo, del desprecio por la conservación de un aptrimonio que es de todos.