Las milenarias Puerta Monaita, Arco de las Pesas y la muralla Zirí sufren el abandono, botellón y los grafitis 

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Maribel quema el cigarrillo con destreza. Mecánicamente. Isa deja perder su mirada sobre la ciudad. Ambas están sentadas con las piernas cruzadas sobre el murete que corona Puerta Monaita, mil años de historia de Granada, alfa y omega de la muralla Zirí y de un proyecto para rehabilitar una de las joyas inestimables de la historia universal y de la ciudad. Un ejemplo de un fracaso desmesurado. Tanto como lo es bello el atardecer desde este lugar privilegiado, único, embelesador y desconocido. Junto a ellas, una panda de tres muchachos ventila unas cuantas litronas de birra sin compasión alguna. También han quemado hachís. El plan es el plan y se cumple a rajatabla.

Durante toda la tarde no ha dejado de pasar gente por Puerta Monaita. En un par de horas pueden llegar al medio centenar, incluyendo a una familia completa con sus hijos, uno de dos años y un bebé. Y el perro, claro. La visita atrae a muchos jóvenes extranjeros, que confirman que el lugar especial y secreto aparece recomendado en alguna guía muy importante y fiel para los viajeros. También corre como lo hace la pólvora por Internet y las Redes Sociales. El caso es que atardece y Puerta Monaita está hasta los topes.

La mecánica es más o menos simple. Sobre esta azotea de Puerta Monaita la vista es, créanme, incomparable. La ciudad a los pies, la tenue brisa de la primavera que se acerca en la piel, la puesta de sol tal y como se desenvuelve desde hace mil años en este mismo lugar. San Cristóbal en el cerro vecino, abajo la cuesta de Alhacaba y el Albaicín y al fondo, las murallas inmensas, medievales en parte, que recorren desde esta Puerta Monaita el viejo Albaicín hasta el Arco de las Pesas, entre el Palacio de Daralhorra y el Aljibe del Rey, dos fantásticas y recoletas mansiones fulgurantes en belleza y atractivo y, al mismo tiempo, como todo este entorno mágico, escondidas al público por la incapacidad de las administraciones de acordar una rehabilitación plausible y recuperar un paseo que dotaría a la ciudad de Granada de un recorrido por sus murallas, las grandes ausentes, el patrimonio invisible a la ciudadanía y al turismo.

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Solo hay una forma de entrar en este espacio de la Muralla Zirí. Hay que colarse. Se supone que todo el entorno está completamente vallado y amurallado, pero siempre hay un buen agujero por el que entrar. A día de hoy, hay hasta tres formas diferentes de acceder al paraje milenario. Por el Carril de la Lona se asciende por un vericueto y se acceden a unas antiguas huertas cuyo vallado ha cedido. Una vez traspasadas se puede acceder sin ningún problema a una de las bases laterales de Puerta Monaita y, desde este punto, recorrer la Muralla Zirí hasta llegar a los enormes bastiones, donde, esta vez sí, una valla impide el paso.

La segunda forma y la más utilizada es aprovechar algún buen boquete en el muro de obra que se levanta entre el callejón que nace en la trasera del Huerto del Carlos y llega hasta San Miguel Bajo tras recorrer el palacio de Daralhorra y el centro de servicios sociales de El Gallo. En estos momentos hay uno considerable, a media altura, que se ha convertido en un coladero. No sin sarcasmo el otro día había hasta cola para saltar y uno de los jóvenes aventuró «como cobren entrada se forran». Pues eso. Tal cual.

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La tercera forma de colarse es menos habitual y necesita de evidente forma física, o de una escalera. Se trata de saltar el muro que discurre paralelo a la Muralla Zirí entre el Aljibe del Rey y el Arco de las Pesas a lo largo del callejón del Aljibe de la Gitana.

Muchos vecinos informan que «algunos se suben la tapia a pulso» y la otra modalidad es «pillar una valla de obra, de las amarillas que hay por todos lados, ponerla en vertical contra ella y ascender».

Una vez sorteado el muro se accede con tranquilidad hasta el único templete que queda en toda la muralla, que se ha convertido de un tiempo a esta parte según las denuncias vecinales en un paraíso del botellón. «A veces han llegado a llevar hasta butacones y sofás». Tan a gustito.

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El entorno de la Muralla Zirí coronado en sus dos extremos por Puerta Monaita y el Arco de las Pesas presenta todo tipo de problemas que se pueden resumir en cinco: grafitis, suciedad, botellón, abandono y deterioro y, por último, seguridad. La marea de pintura convertida en plaga es una denuncia que no por vieja es fútil. Todo está completamente anegado de grafitis sin ningún tipo de valor artístico en apariencia, coartada de algunos para la ocasión. Puerta Monaita está cubierta por la parte de fuera y, sobre todo, por dentro.

Un recorrido desde este punto que siguiera los grafitis nos llevará como eficaz guía hasta el Arco de las Pesas, totalmente pintorreado para vergüenza de todos y contemplación de los miles de incrédulos turistas que la cruzan para dirigirse desde Plaza Larga hasta el Mirador de San Nicolás.

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El botellón es otro de los grandes problemas. No ya por la presencia de cascos vacíos por todas partes sino porque tras tanto tiempo sin limpiar la zona está alfombrada por sus añicos. La suciedad, que va de la mano del botellón, se traduce en colillas, bolsas de plástico, restos de bolsas de gusanitos y similares, paquetes de tabaco vacíos y todo tipo de excrementos. Hay una total falta de higiene. Una vez pasadas las lluvias la zona de la muralla hiede por la constante presencia de orines y lo que no lo son. Todas estas circunstancias llevan a definir una situación de abandono y deterioro incuestionable.

Tanta llamada de atención sobre la protección de los restos arqueológicos para que al final todo el entorno de la Muralla Zirí sea un simple botellódromo abandonado y lleno de orines y suciedad que, y en quinto lugar, sea muy peligroso al no estar acondicionado, con caídas libres de hasta veinte metros, miradores descompuestos por el paso del tiempo donde los jóvenes se sientan a ver pasar la vida y un acceso vedado y vallado por el que todo quisqui se cuela para disfrutar de la mejor vista de una puesta de sol en Granada en una zona dejada de la mano de Dios y de Alá.
Y de todas, todas, todas las administraciones.

 CRÉDITOS
-En Periodismo al Pil PIl explicaré cómo realizamos el reportaje con Alfredo Aguilar y José R. Basena