El presidente de CajaGranada y ex alcalde de la capital, Antonio Jara, pronunció la semana pasada el pregón de las fiestas del Zaidín. El personaje no
suele tomarse a broma casi nada de lo que se le encarga o dedica. Si durante su época como regidor se caracterizó por una férrea defensa de los intereses delAyuntamiento y por conseguir grandes avances de modernidad, equipamientos. infraestructuras en la ciudad, aunque en ello le fuera enfrentarse a miembros de su propio partido, socialistas, en la Junta de Andalucía o en el Gobierno central, ahora, al frente de la primera entidad financiera de la provincia, mantiene por encima de todo sus principios y hace lo que cree que beneficia a Granada.
Podrá cambiar de look, tan demoda en algunos políticos, aunque él solo se atreva a lucir unas gafas distintas, pero lo que nadie puede esperar es que Jara deje de ser vehemente y una persona convencida a la hora de actuar. Nadie se imaginaba que en estos pocos meses, desde febrero, se iba a encontrar con tal situación, sacar adelante una ‘fusión fría’ con cajas de otras autonomías, cuando lo que se esperaba de él era que tragara por una unión con alguna otra andaluza y que la digestión resultara agradable para toda la ciudadanía granadina.
Sin embargo, como todo es posible tanto en Granada como en política, Jara ha sabido salir del trance, anticiparse a pesar de que desde Sevilla había –y puede que todavía existan- recelos por dejar a a lacaja a su aire, sincontrolarla. Como adelanté la semana pasada, los problemas laborales están resueltos y hoy martes se firmaba en Madrid el acuerdo entre los trabajadores y representantes de las cuatro cajas, justo dos días antes de la celebración de la asamblea. Esta reunión, trascendental, seguro que tiene la impronta de Jara. Incorporará alguna que otra novedad. Sería de agradecer que se permitiera la presencia de los medios informativos en este proceso en el que la luz y los taquígrafos son tan necesarios. Y también que se despacha con un discurso de calado y apropiado para el momento.
Es lo mismo que hizo Jara el pasado jueves en el Zaidín, el barrio más populoso de la capital, al pronunciar un pregón de altura, bien construido, razonado y argumentado, con verdades del barquero sobre Granada, crítico con la situación que padecemos y animando a la rebeldía, a la unidad de acción para revalorizar el espacio público. Lo que dijo es incuestionable e irreprochable. Tenía derecho a decirlo, y si se equivocó alguien fue quien le invitó a ser pregonero.