Concluye hoy el gran acontecimiento turístico español, Fitur, el escaparate del sector en el que se venden multitud de ofertas y destinos. Estuve unas horas en Madrid el pasado miércoles, me acerqué a los pabellones de Ifema y contemplé con gusto el espacio dedicado a Andalucía, en el que con sobriedad, elegancia y funcionalidad, se presentaba de una manera más que digna la gran potencialidad de nuestra comunidad autónoma. Tuve la ocasión de presenciar el nacimiento de esta Feria Internacional de Turismo, hace ya más de tres décadas, y observar su evolución hasta llegar a su máximo esplendor, hace unos años, cuando hasta el despilfarro casi era imprescindible para hacerse notar en un mercado especialmente competitivo.
Es verdad que en esta edición la crisis se ha notado, con una menor participación de expositores, descenso en la ocupación de stands, pero no es menos cierto que el sector, con una obligada redimensión, está aguantando con gran entereza. Lo he dicho muchas veces, y repito, el turismo en España, y más en Andalucía, es nuestro petróleo. Esta comunidad autónoma, nuestras provincias de Almería, Jaén o Granada son lugares capaces de ofrecer variopintas y excelentes maneras de vivir el ocio y disfrute, entretenimiento, gastronomía, cultura, arte, naturaleza, la práctica de infinidad de deportes… En fin, todos los ingredientes necesarios para hacer el mejor turismo, pero sobre todo con unos niveles muy elevados de servicio, calidad y excelencia, en el que la hospitalidad tiene carta de naturaleza. Recordaba también que en mis escarceos profesionales tuve la ocasión de entrevistar a todo un personaje, el gran impulsor e innovador del turismo en España. Me refiero a Pedro Zaragoza Orts, el que fuera alcalde de Benidorm en los años 50 y 60, considerado entonces un visionario por transformar aquella localidad. Entre otras cosas redactó el primer Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) en España, trabajó intensamente la promoción, con aquel festival de la canción. Incluso, a pesar de ser un convencido falangista, fue la primera autoridad que permitió entonces el uso del biquini en las playas, lo que a punto estuvo de costarle la excomunión. Con su decisión de acudir a El Pardo en una Vespa, logró el amparo de Franco e incluso fue el inicio de una larga amistad entre ambos. Zaragoza no perdió la costumbre de viajar hasta aquel palacio en posteriores ocasiones en el mismo vehículo. El caso es que Benidorm fue el gran boom del desarrollismo turístico en nuestro país, un modelo que tuvo su éxito y su momento, pero también quizá su pecado original, el ladrillazo. Ahora, afortunadamente, nuestras autoridades turísticas andaluzas trabajan de manera ejemplar en la búsqueda de un turismo de calidad, con poder adquisitivo. Realizan una planificación sensata, ayudan al empresariado y a la vez se dedican a una intensa pero sensata promoción en muy diversos ámbitos, como variada es Andalucía. La apuesta por el turismo es todo un acierto.