Me conforta algo en mi autoestima que una de las peticiones de pacto que formulé la semana pasada, en concreto el referido a la lucha contra la corrupción, tuviera buena acogida en el seno del Partido Popular y se haya mostrado dispuesto a ello. Sin embargo, el PSOE no parece que esté por la labor. Es entendible que el caso Bárcenas tiene como objetivo a los populares, lo que permite desentenderse a los socialistas, aunque éstos han tenido un episodio un tanto insólito, no por ello menos lamentable pese a su escasa cuantía. La calificada golfería del caso Amy Martin induce a pensar lo extendido que están las prácticas corruptas, cuando hasta llega a quien dirige la fundación de un partido dedicada a servir de soporte ideológico y trabajar por su renovación.
Aquí cada uno respira por la herida, pero el problema es ese, que gran parte de la ciudadanía percibe la corrupción como una práctica demasiado común y que afecta a todas las formaciones.
Muchos políticos son conscientes de esa percepción. Un alto cargo del Gobierno me comentaba hace unos días que no utiliza la clase preferente en los vuelos, rechaza utilizar el coche oficial en muchas ocasiones y hasta evita una circunstancia, considerada muy normal, como es salir a cenar fuera de casa con su esposa. Si así están las cosas, lo que no entiendo es cómo se tarda tanto en tomar medidas, aunque algunas sean meros gestos, para conseguir una regeneración. La democracia necesita ahora política de altura, a los partidos, pero que se caractericen quienes pertenecen a ellos por la honestidad, ejemplaridad y transparencia. Me resulta incomprensible que el Gobierno no despolitice la Justicia o frene sus recursos, cuando es de las pocas esperanzas que tienen los ciudadanos, a pesar de que acudir a ella lo haya convertido en más difícil para quienes tienen menos recursos económicos. Tampoco entiendo que todavía no haya salido adelante la reforma de los ayuntamientos, sobre la que el PP y el PSOE han sido incapaces de ponerse de acuerdo, mientras esperamos las conclusiones de la comisión creada por el Gobierno para abordar la de las administraciones públicas.
Lo que ha decidido el Partido Popular ha sido prohibir a sus miembros pronunciar dos palabras: «Brotes verdes», a la vista de que cada vez más hablaban ellos mismos de la existencia de señales o indicios que apuntan hacia una recuperación económica a partir de la segunda mitad de este año. Sin embargo, con los malos, nefastos, datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) conocidos esta semana sólo nos queda hablar de brotes negros.
Estamos al borde de los seis millones de parados en España; en Andalucía, diez puntos por encima de la media nacional, con casi millón y medio de desempleados. Y las provincias de Granada, Jaén y Almería superan la de esta comunidad autónoma.
En fin, creo que si los políticos no son capaces de ponerse de acuerdo entre ellos para limpiar sus propias casas, difícilmente nos sacarán de este pozo. ¿No les parece?