Los ayuntamientos españoles, salvo excepciones, quedaron ayer constituidos y proclamados sus alcaldes. En muchas ciudades y pueblos ha sido una semana de trajines por los pactos, algo a lo que no estamos demasiado acostumbrados, con episodios en algunos casos cercanos al esperpento. Ciudadanos ha tenido sus grandes días de gloria y ha sido capaz de acaparar la atención mediática, ya que con su voto o abstención era la llave en muchos ayuntamientos y lo será en comunidades autónomas. Empezó por Andalucia al votar afirmativamente la investidura de Susana Díaz, en unas elecciones celebradas ochenta días atrás, y acabará en la Comunidad de Madrid para que Cifuentes sea su presidenta.
En nuestro entorno más cercano Ciudadanos ha tenido un comportamiento tipo Marx, Groucho, sobre los principios, que si no gustan hay otros. C’s ha permitido que el PP gobierne en la capital de Granada, después de una sinuosa estrategia que ha abarcado desde el chantaje o la presión a comerse sus propias palabras, mientras en Jaén ha jugado al final un poco al despiste, pero donde se ha dado un tono propio de sainete ha sido en Almería. Primero firmamos un pacto con unos, luego nos vamos con otros, para minutos antes de la votación volver al principio.
La formación de Albert Rivera asume la función de bisagra y de manera ambidiestra, apoyando al PSOE o al PP. Otra cuestión será lo que ocurra a partir de ahora. Sin una identidad demasiado concreta y receptora del castigo hacia otros, el partido naranja será juzgado a través de sus actuaciones. Así ocurrirá con los nuevos actores que entran en escena, especialmente en las grandes capitales españolas con las plataformas cercanas o vinculadas a Podemos. Muchos de ellos hace cuatro años ocuparon calles y plazas en aquel movimiento de indignados e incluso se manifestaron ante ayuntamientos en esta misma jornada de constitución bajo el lema de «no nos representan», pero ahora están dentro gracias al respaldo que han tenido en las urnas. Es la grandeza de la democracia.
Entre todos tendrán que escribir la historia de nuestra política municipal, a veces será con letra clara y otras con borrones. Cada uno será responsable de sus actos y cada palo tendrá que aguantar su vela. Es el turno de gobernar, o no. Nos encontramos ante capítulos inéditos, sobre los que planea la inestabilidad y la ingobernabilidad. Veremos de aquí a unos meses cómo se configuran los equipos de gobierno, se organizan las corporaciones y se toman las primeras medidas. Habrá poco tiempo, porque después del parón de agosto, en septiembre se convocarán las elecciones generales y otra campaña por delante, en la que todo se pondrá en solfa.
Acabo y recurro de nuevo al genial Groucho Marx, quien dijo: «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados». Quizá tenga algo de razón. ¿No les parece?