Ciudadanos nació como partido político hace casi diez años en Cataluña, a partir del impulso de una plataforma formada por un grupo de intelectuales, profesores y distintos profesionales que se oponían al nacionalismo imperante en aquella comunidad, que calificaban como «obligatorio». Su trayectoria ha sido clara en sus mensajes, bajo un potente liderazgo ejercido por Albert Rivera. En sus primeras autonómicas en 2006 lograron tres escaños. El pasado domingo llegaron a los 25 y son la segunda fuerza política en Cataluña, por delante de socialistas y populares. Estos dos partidos mayoritarios son también los que pastelearon con el ínclito Jordi Pujol para poder gobernar en determinadas ocasiones, pactaron o cedieron quizá en demasía y al final nos hemos encontrado con un monstruo desbocado difícil de controlar llamado Artur Mas. De aquellos polvos vienen estos lodos. Por eso hay que echarle valor escuchar la queja por los malos resultados de su propio partido, el PP, a quien hablaba catalán en la intimidad. Los socialistas catalanes, por su parte, se han mostrado sinuosos, cambiantes, algo que gran parte del electorado no entiende. Este 27S el PSC ha obtenido su peor resultado, con 16 parlamentarios, cuando llegó a tener 52, pero están contentos porque el desastre podía haber sido mayor.
Ciudadanos dejó claro desde su fundación cuál era su ideario frente al nacionalismo y el independentismo. Han obtenido sus frutos y la cosecha de votos útiles les ha resultado abundante. En el lado contrario, los de Podemos unidos a ICV (la IU catalana) han alcanzado un sonado fracaso, con dos parlamentarios menos con respecto a la anterior elección cuando estos últimos fueron en solitario. Quienes han recogido el genuino sentimiento antisistema han sido las CUP, con propuestas tan originales y surrealistas como la de formar un gobierno coral o rotatorio al frente de la Generalitat.
Mientras tanto el Estado de Derecho, sobre la base de una Justicia lenta pero independiente, funciona y ha provocado que Mas sea inculpado por la celebración del pseudoreferéndum que montó el pasado 9 de noviembre. Manipulan y hablan falsamente de decisión política cuando se trata de una actuación jurídica, pero quieren seguir alimentándose del victimismo para alejarse de la razón y la legalidad.
Ya sabemos que unas elecciones catalanas, sean o no plebiscitarias, no pueden extrapolarse a unas generales ya en vísperas de la Navidad, pero parece claro que la sombra de Podemos se aleja del PSOE mientras que la de Ciudadanos pesa sobre el PP, por mucho que Rajoy diga que sus adversarios sean los socialistas. Lo son, pero Ciudadanos puede servir de llave para la derecha, en la Comunidad de Madrid, o la izquierda como ocurre en Andalucía. Esa flexibilidad ambidextra es difícil de mantener y quizá pase factura el próximo 20D, al igual que ciertos comportamientos de dirigentes locales que no conectan con sus vecinos, pero el gran ganador de estas catalanes ha sido Rivera y lo rentabilizará. Lo decisivo es saber hasta dónde. ¿No les parece?