Celebra mañana España su fiesta nacional, lo que en la mayoría de los países es motivo de orgullo y satisfacción. No trato de parodiar a quien pilotó una transición política ejemplar sino criticar a los que se han empeñado en todo lo contrario, romper la convivencia, saltarse la legalidad e imponer sus criterios políticos sobre la base de sentimientos construidos desde la falsedad o el engaño.
La Corona, encabezada ahora por Felipe VI, ofrece magníficos ejemplos de lo que debe ser una jefatura del Estado, al jugar un papel moderador y conciliador, permanentemente en diálogo y con una admirable proyección hacia el exterior de progreso y avance. Sin embargo, hay otros empeñados en crear fracturas sociales. El esperpéntico espectáculo que están dando los independentistas catalanes es uno de los resultados de una carrera que nunca debían haber comenzado. Es un escándalo que una minoría, como son las Candidaturas de Unidad Popular (CUP), con el 8 por 100 de los votos, quieran imponer sus tesis, pero lo peor es que haya quienes sean capaces de aceptarlas con tal de seguir adelante. El embrollo en el que se metió Artur Mas conduce por ahora a una ingobernabilidad que puede provocar unos nuevos comicios. La sensación que se ofrece no es de estabilidad ni la mejor para cosechar inversiones, pero ya sabemos que la gestión siempre le ha importado poco.
Afortunadamente, España ofrece al mundo una imagen de un país sumamente seguro. Es una de las razones que más pesa a la hora de elegirnos como destino turístico. El clima de tranquilidad que vivimos es fruto en gran parte al trabajo de los cuerpos y fuerzas dedicados a las tareas de prevención, protección y persecución de los delitos. Tanto la Policía Nacional como la Guardia Civil son un ejemplo de profesionalidad y referentes internacionales en muchas de sus actuaciones. La dedicación, muchas veces abnegada, que ofrecen a la ciudadanía como garantes de los derechos es un sinónimo de convivencia propia de un país desarrollado y moderno, en el que libertad y seguridad deben ir de la mano.
No quiero pensar que el episodio de sabotaje que sufrió esta semana la línea del AVE en Barcelona y que afectó a miles de ciudadanos pueda quedar impune por la inacción de una policía cuyo poder político está en manos de independentistas. Tampoco espero que haya gente capaz de erigirse en salvadora de una patria particular que es de todos. Y mucho menos que intenten imponerla a través de la violencia y el miedo. Ese capítulo ya lo superamos. ¿No les parece?