Las declaraciones de Cristóbal Montoro han traído cola esta semana. «Hay compañeros míos que se avergüenzan de ser del PP», dijo el ministro de Hacienda. La sensación que daba es que entre los suyos existen comportamientos que se asemejan al de ciertos roedores en los barcos que naufragan. El Partido Popular, tras el desastre cosechado en las elecciones catalanas, navega por aguas procelosas. No es la formación que hace tan solo un par de años, con Rajoy al frente, detentaba el mayor poder institucional conocido en España, pero a pesar de su notable retroceso ha sido el partido más votado en las últimas europeas, municipales y autonómicas, excepto en las andaluzas adelantadas. No está claro que a partir del 20 de diciembre pueda gobernar, según opiniones y encuestas que no hace mucho daban a Podemos casi como primera fuerza. Por eso hay quienes desde profundas deslealtades piensan que el presidente del Gobierno no es el mejor candidato y debería renunciar. Sería un desatino a menos de dos meses de las urnas, daría una imagen de máxima inestabilidad y poca responsabilidad, pero en el PP hay quienes se empeñan en lo de cuanto peor mejor con tal de salvar el cargo y son capaces de mostrar su peor cara hasta con sus propios compañeros de viaje. Además de esas lamentables maneras de ejercer en la vida pública, los hay que saben cambiar de color en instantes. Hemos contemplado el fichaje de una diputada de UPyD, una formación camino de la extinción fruto del personalismo de su misma fundadora y máxima dirigente, Rosa Díez. Irene Lozano se ha transformado de la noche a la mañana en candidata estrella por el Partido Socialista de Madrid. Su valía personal y como parlamentaria no voy a negarla pero el episodio raya el transfuguismo. Los tiempos en política son fundamentales y aquí no ha habido el suficiente para una imprescindible descompresión, tan siquiera para alejar la idea del oportunismo, que en democracia es fundamental.
Y en eso de los tiempos la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, sigue marcando el paso. Esta semana cerraba el acuerdo con Ciudadanos sobre los presupuestos autonómicos. En política es mejor ir por delante que arrastrado. Prefiero que haya animales políticos, que los hay, como sinónimo de talla, valía y dedicación, no gente con comportamientos propios de ratas o camaleones. ¿No les parece?