Los andaluces celebramos hoy nuestra fiesta autonómica en una situación que presenta ciertas singularidades. La más destacada es el debut de Podemos y Ciudadanos. Para bien o para mal estos dos partidos no tienen pasado ni memoria, por lo que su arraigo con Andalucía está por demostrar, pero sería imperdonable que renunciaran a que esta comunidad ejerciera el papel que le corresponde en España. Incluso al PP de Andalucía no se le pueden hacer ahora recriminaciones por los comportamientos de Alianza Popular o UCD con sus posturas abstencionistas en aquella consulta popular en 1980, mientras los socialistas andaluces de entonces supieron ver con claridad que en aquel Estado de las Autonomías esta comunidad debía subirse al tren de las llamadas históricas y acceder por la vía rápida al autogobierno.
El PSOE no ha abandonado esas raíces andalucistas y reivindicativas ni tampoco el poder, al haber sabido ocupar gran parte del centro político. Con sus luces y sombras, esta región ha logrado avanzar en aspectos fundamentales para su desarrollo y progreso, en el que el mérito es de todos, incluido el PP que superó el estigma de la derecha cortijera, especialmente desde que con acierto apoyó y aprobó el nuevo Estatuto de Autonomía en marzo de 2007. Aquella iniciativa supuso ponerse a la misma altura que había conseguido Cataluña un año antes, con ciertas desmesuras que luego el Tribunal Constitucional supo corregir. Andalucía es un elemento de estabilidad y contrapeso imprescindible para la cohesión de España, sobre la base de la solidaridad e igualdad, sin privilegios para nadie. Sin duda, aporta esa imagen de una inmensa bandera blanquiverde desplegada ayer por los populares.
En estos momentos de tribulaciones y tantas negociaciones se pasa muy de puntillas por el problema independentista catalán, pero está ahí. Contemplamos acuerdos que no sabemos para qué servirán. Si no pactas, malo; pero si pactas es peor. Lo único claro es que el PP por la derecha y Podemos por la izquierda aparecen desplazados de ese centro ocupado por PSOE y Ciudadanos. Ya vemos cómo se van retratando todos, incluso los militantes socialistas sobre un pacto que parecía con unos aunque se firma con otros y ha generado contradicciones internas, como la desaparición de las diputaciones provinciales. Lo malo –o bueno– es que todo este proceso dejará huella a la hora de presentarse nuevamente ante el electorado y pedir el voto. ¿No les parece?