De la comedia a la tragedia política

¿Qué va a pasar? Es la pregunta del millón de dólares, como dijo este viernes la vicepresidenta del Gobierno en funciones, Soraya Sáenz de Santamaría. Su jefe, Mariano Rajoy, confesó previamente ante el ‘premier’ británico que «lo más probable es que haya elecciones el 26 de junio». Así puede acabar este proceso de negociaciones que sufrimos, semejante a una comedia de enredo.
Hay un protagonista dotado de gran carácter inmovilista representado por un galán maduro que insiste en mantener un trío imposible. El resto del elenco son debutantes, entre ellos uno que pretende ser estrella de la escena, apuesto conquistador, capaz de ponerse el chaqué antes de la misma boda para pasearse por el extranjero, con el fin de conquistar a quien se ponga a tiro, venga de donde venga y sea quien sea.


En la escena también declama un actor secundario, aunque parece comportarse como director de la obra. Quiere imponer un guión que él mismo ha escrito y lleva bajo el brazo. Pretende cambiar el decorado con viejos muebles y un vestuario inapropiado, de otra época y con aires caribeños que ha diseñado para toda la compañía. Hasta lleva una butaca para sentarse en la primera fila. Puede que sus antecedentes teatrales procedan del guiñol, por ser muy diestro con los hilos, o de los mismos titiriteros que tan lamentable espectáculo han ofrecido recientemente.
Y hay otro papel de reparto para un muchacho de aspecto atractivo y muy desenvuelto, se muestra como un ciudadano ejemplar al que muchas madres quisieran como yerno, pero no acaba de deshojar la margarita ante declaraciones por su derecha y por su izquierda. Es posible que se le pase el arroz y se quede soltero para siempre.
Entre bambalinas, los libretos circulan y cambian de manos, los tramoyistas no paran de trabajar pero el apuntador desde su concha sólo mira al reloj y muchos espectadores se aburren. Un cómico hace mutis por el lateral derecho, llega el intermedio y en el ambigú se escuchan comentarios para todos los gustos. Unos presumen de saberse el final y otros se muestran desconcertados. La voz de un crítico de tres al cuarto se alza por encima de las demás: «El nudo argumental está servido y ahora veremos el desenlace». Suenan los timbres y se reanuda la acción.
Al final me temo que lo que empezó como un vodevil acabe en tragedia griega y haya que repetir función, con gira por provincias incluida aunque no haya éxito de crítica ni público. Lo peor es que en esta función todos cobran de nuestros bolsillos. ¿No les parece?