Hace un par de semanas titulaba estas líneas: ‘De la comedia a la tragedia política’ y me refería en clave teatral a la actualidad de entonces. Hoy no puedo evitar dar un salto, con red y todo respeto, para entrar en el llamado «mayor espectáculo del mundo», sin ofender a quienes desarrollan su actividad profesional en el circo.
Tampoco quiero faltar a ninguno de los representantes de los ciudadanos que ocupan escaño en el Congreso de los Diputados, pero en el ejercicio de la crítica periodística puedo decir que he visto comportamientos propios de payasos bajo la carpa.
Ha sido una semana tensa e intensa.
En la primera sesión de investidura asistimos a un buen número de funambulismo mezclado con otro de malabarismo, esforzados ambos artistas en levantar aplausos de grandes y pequeños. Sin embargo fueron rugidos de las fieras los que se hicieron oír por encima de la banda de música, un tanto desafinada. Miedo daba ver al domador emplearse con el látigo para frenar a las bestias.
La función, con escapista y tragafuegos incluidos, no consiguió el objetivo de entretener al público. Hasta el saltimbanqui rodó por el suelo y provocó más lastima que admiración.
Los debates me han dejado mal sabor de boca. El enfrentamiento entre los líderes de las principales fuerzas creo que ha dejado abiertas más heridas de las necesarias, en una dialéctica en la que hay demasiados empeños personales que pretenden esconderse en programas o ideologías. Es como al mago que se le vio el truco.
Si el clima de crispación que se vivió en algunos momentos en la Carrera de San Jerónimo fuera el fiel reflejo de la sociedad española, apañados estaríamos. Los ciudadanos, afortunadamente, dan muchas más muestras de tranquilidad, madurez y convivencia.
El Parlamento ha vivido escenas sin precedentes, como será lo que ocurra a partir de mañana tras la entrevista entre el Rey y el presidente del Congreso.
Pero parece claro que el último resultado electoral no se ha entendido. Se trata de gobernar mediante acuerdos y pactos, con sumas pero también cesiones y renuncias. Ir de nuevo a las urnas no garantiza que después sea más fácil, con el desgaste de tragarse muchas palabras y el gasto que suponen diputados y senadores.
Además, las campañas electorales y la realización de nuevos comicios no salen gratis, los pagamos todos de nuestros bolsillos.
¿No les parece?