La inestabilidad viene para quedarse

He escuchado en más de una ocasión que Podemos es una creación del PP. A alguien se le ocurrió auspiciar el nacimiento de una formación populista y el caso era que no surgiera ningún movimiento ultra por la derecha que les pudiera hacer sombra sino por la izquierda, con el fin de frenar a sus eternos rivales, los socialistas. No me creo esa teoría pero de ser así se les habría ido la mano. Lo confirmaría esta semana la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) al poner al PSOE al borde del precipicio, a punto de dar un paso adelante, sobrepasado por los de Pablo Iglesias.
Ya saben que soy muy cauto con esto de los sondeos electorales. No dudo de la profesionalidad de la mayoría de quienes los realizan, pero también observo la intencionalidad o sesgo que se puede hacer en la cocina en favor de unos o en perjuicio de otros, incluso la capacidad que tienen estos trabajos demoscópicos de crear tendencia, clima favorable o de rechazo. En definitiva, una capacidad de movilización de una parte de ciudadanos que se puede desarrollar a través de los medios de comunicación y llegar a la opinión pública, en forma de opiniones, análisis y tertulias.


Ya digo que para el PSOE, de confirmarse estos resultados, supondría encontrarse en una situación, de nuevo, la peor de su historia, en un escenario inédito como tercera fuerza nacional.
Lo curioso es que los que quieren comerle el espacio político no dudan ya en venderse como socialdemócratas y hasta patriotas. Ese ha sido el gran problema de los socialistas españoles y europeos, no encontrar ni trasladar un proyecto político para salir de la crisis económica.
Además del ‘sorpasso’, la otra cuestión relevante que pone de manifiesto el CIS es que la gobernabilidad no parece más fácil que tras el 20D. Los socialistas tendrán que elegir entre mirar a la derecha o a la izquierda. Ya no digo que entren en un gobierno con el PP o con Podemos sino simplemente que se abstengan para permitirlo.
A riesgo de equivocarme, me cuesta creer que el PSOE no llegue a ser el principal partido de la oposición. Quizá la clave está en que casi uno de cada tres encuestados no sabe o no quiere decir a qué partido votará. Pero lo peor de todo, dando por sentado que habrá acuerdo, es no saber cuánto tiempo durará.
Lo ocurrido esta semana en Cataluña revela que la inestabilidad en el gobierno de nuestras instituciones puede tomar carta de naturaleza y venga para quedarse. Mal iríamos.
¿No les parece?