El PSOE que quería ser Podemos

Ha sido una semana trágica para el PSOE. Lamentable y bochornoso espectáculo el que hemos visto en la madrileña calle Ferraz. La celebración del comité federal de ayer no pudo caer más bajo. Gritos de «pucherazo» y «sinvergüenzas» reflejan que la situación entre los socialistas es una guerra fratricida iniciada desde hace tiempo, pero ha explotado ahora con toda virulencia.


Pedro Sánchez no ha sabido llevar las riendas de su partido y lo ha hecho mal hasta el último momento. Los socialistas se podían haber evitado once horas de suplicio, torturas y enconados posicionamientos y enfrentamientos. Sánchez no ha sabido medir sus fuerzas en busca de un congreso exprés y unas primarias a su medida.
El partido podría haberse ahorrado una jornada tan negra para su historia si tras la dimisión de los 17 miembros de su ejecutiva, Sánchez hubiera aceptado una gestora. Ha conseguido una fractura sumamente grave y heridas que tardarán en cicatrizar.
Tras agarrarse al «no es no», la gota que colmó el vaso fue el engaño a Felipe González. Sánchez no podía ir a nuevas elecciones en busca de otro peor resultado. Su salida no era otra que el gobierno alternativo y en ello estaba. Su intención después de las primarias era dar por cerrado un acuerdo –creo que bastante avanzado– con Podemos, independentistas y nacionalistas, al aceptar de alguna manera el derecho a decidir que estos defienden. ¿Quién de su partido se opondría entonces a que un socialista ocupara la Moncloa?
Sánchez no ha sabido ejercer ni un liderazgo claro ni orientar el debate político por donde convenía. Y lo peor ha sido que quería anteponer sus intereses y su hoja de ruta. Ahora la comisión gestora tendrá que trabajar en lo que él no ha hecho, definirse claramente sobre la gobernabilidad en España, abstenerse o no en una nueva sesión de investidura de Mariano Rajoy, a cambio de qué, o volver a las urnas en diciembre, a las que acudirían no sólo los militantes socialistas sino todos los ciudadanos.
Tras lo urgente, lo importante para los socialistas será reconstruirse, abrir un debate sosegado y profundo sobre el papel que debe jugar en el futuro. Definir claramente si el PSOE quiere ser Podemos, como pretendía Sánchez –y es posible que siga en ello si se presenta y gana finalmente unas primarias– o tener una identidad propia y una ideología que conecte con la sociedad. ¿No les parece?