Rajoy no abusa del débil PSOE

Las huestes del PSOE se recuperan a baja temperatura del calentón del sábado de la semana pasada. El asturiano Javier Fernández, presidente de la gestora, ha dado sus primeros pasos con sosiego y sensatez. Ha dicho con acierto que abstenerse en la investidura no significa apoyo. Pedro Sánchez secuestró en su partido muchas cosas y utilizó un lenguaje y unas interpretaciones escapistas basadas en el «no es no». Hace falta que los socialistas hagan pedagogía, un discurso creíble y ofrezcan una posición ideológica necesaria y práctica para España, incluida Cataluña y el País Vasco, y no una mera quimera.


Mariano Rajoy se ha activado después de estar una temporada sentado a la puerta de la Moncloa y ha visto pasar los cuerpos maltrechos y heridos de sus adversarios socialistas. Esta semana han estado a punto de cumplirse esas tesis que dicen que el PP se inventó a Podemos para matar al PSOE. Ya saben que no me lo creo, pero ese objetivo era posible si hubieran prosperado las posturas expresadas por parte de algunos talibanes populares, cuando afirmaron que no se contentaban sólo con la abstención sino que querían gobernabilidad y estabilidad. Menos mal que Rajoy, con cordura, ha dicho que no impondrá condiciones. Atina al no abusar de un PSOE sumamente debilitado.
Al presidente en funciones le hemos escuchado infinidad de veces que la prioridad de este país es tener gobierno y por ello se presentó a la sesión de investidura que perdió en dos votaciones. Si entonces sólo demandaba la abstención, ahora no podía elevar el listón en una estrategia tactista de llevarnos a unas terceras elecciones en diciembre. Gran parte de culpa del bloqueo la tiene el PSOE, pero a partir del momento que el comité federal socialista apruebe un cambio en su política, el peso recaerá sobre el PP. Rajoy no puede anteponer los intereses de su partido ante unos supuestos mejores resultados (que habría que ver, porque hasta las urnas todo son expectativas). Y más con la losa de la corrupción, sentada estos días en el banquillo: Bárcenas, Rato y toda una tropa. Menudo escenario para el PP si Pablo Iglesias es el líder de la oposición, aunque tendrá que ponerse antes de acuerdo con Íñigo Errejón, algo que me trae a la memoria los tiempos de Felipe González y Alfonso Guerra.
Ni PSOE ni PP están a estas alturas para poner condiciones. Los socialistas tienen que aprobar la abstención ‘técnica’ de al menos once diputados o ejercer la disciplina de voto. No veo a Sánchez absteniéndose y creo que si son representantes de los ciudadanos elegidos directamente, les corresponde a ellos votar libremente. El cisma o las expulsiones —de los catalanes, por ejemplo— planearían sobre una situación que desgarraría aún más a los socialistas. Y el PP tendrá que trabajar después en la gobernabilidad día a día, como bien señaló ayer Rajoy. Para eso tendrá que negociar sí o sí. ¿No les parece?