La bronca en los escaños del Congreso entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón ha sido una de las imágenes de la semana. Las espadas están en alto entre ambos dirigentes de Podemos, mientras Carolina Bescansa, fundadora también del partido, ha optado por una decisión salomónica y alejarse de la batalla. Será el próximo fin de semana cuando sepamos quién de los dos liderará la formación morada y, por consiguiente, marcará el rumbo y la estrategia. Se cumplen precisamente tres años de la creación de Podemos, su debut en las elecciones europeas fue el pistoletazo de salida de una carrera fulgurante que la ha situada como tercera fuerza en España.
De los posos indignados del 15M, recogidos por profesores universitarios, salió este conglomerado que agrupa a viejos comunistas, fagocitada Izquierda Unida, anticapitalistas, radicales y populistas, todo un cóctel que, como vemos ahora, se ha convertido en explosivo y cuyo desenlace todavía no conocemos.
Puede que cuaje o muera de éxito, pero dependerá en gran parte de su posicionamiento, acciones ulteriores y, fundamentalmente, el grado de conexión que obtengan de parte, mucha o poca, del electorado.
En función de ello creo que su futuro puede repercutir en el PSOE, que se mantiene a duras penas a flote con una gestora y unas primarias a la vista, en la que se vislumbra otro sangriento enfrentamiento. Gran parte del debate entre los socialistas está en ‘podemizarse’ u ocupar una mayor centralidad y recuperar espacios propios perdidos. Los dos primeros candidatos ya están corriendo mientras la esperada o deseada Susana Díaz sigue amagando y midiendo los tiempos. Intenta coger fuerza y músculo, con actos como el del pasado lunes en San Telmo con la firma del Pacto Andaluz por la Industria, dotado de 8.000 millones de euros hasta el año 2020 y el objetivo de crear quinientos mil empleos. Ojalá que se logre. Sin embargo la presidenta de la Junta todavía no ha contenido la hemorragia abierta con el conflicto sanitario, especialmente el que se vive en Granada, a pesar de la lluvia de dimisiones, incluida la del viceconsejero. Un problema cuya resolución no debe dilatarse más en el tiempo, a riesgo de que este grano convertido ya en quiste sea finalmente un cáncer de consecuencias trágicas.
Mientras la izquierda está como unos zorros, en Ciudadanos se esfuerzan por encontrar su sitio y se pasan de la socialdemocracia al liberal progresismo, muy significativo, y veremos si entran en algunos gobiernos.
Y en el PP, salvo problemas con su caja B, Rajoy se mantiene rocoso y muestra algunos dientes a los independentistas catalanes, lo cual no está nada mal. ¿No les parece?