No me sorprende la afirmación de este jueves de Donald Trump en el Foro Económico Mundial en Davos sobre los medios de comunicación: «Hasta que no he sido político no me he dado cuenta de lo maligna y falsa que puede llegar a ser la prensa». Ya sabemos que no hay mejor defensa que un buen ataque y que siempre es más fácil culpar a los periodistas de los errores y fracasos que a uno mismo. Creo que la mayoría de los políticos considera malvada a la prensa y comparten lo expresado por el mandatario norteamericano. Serían felices sin prensa, sin nadie que les controle, vigile o publiquen lo que ocultan. Trump ha sabido utilizar como nadie los mensajes falsos para alcanzar el poder. Está en la batalla contra los medios de comunicación, silenciarlos y amordazarlos, evitar que la verdad sea capaz de tumbarle. La última película de Steven Spielberg nos recuerda la historia, nada de ficción, de uno de sus antecesores en la Casa Blanca, Richard Nixon, presidente que gozó de gran popularidad aunque acabó como el primer presidente que tuvo que dimitir, acosado primero por los archivos del Pentágono, revelados por los dos grandes periódicos de aquel país, The New York Times y The Washington Post, y después por el escándalo Watergate. Merece la pena ver esta obra cinematográfica para conocer el valor que tiene la libertad de expresión, contemplada en la primera enmienda a la Constitución de aquella nación, pero también el comportamiento de quienes gobiernan ante unos hechos reales.
Y si hablamos de la Carta Magna en España, Felipe VI hizo también en Davos una gran defensa de ella. «No es un mero objeto decorativo», señaló el Rey, y alertó del peligro que suponen para las democracias los nacionalismos y populismos. Se refería a Cataluña, donde los separatistas pretenden hacer presidente a alguien que elude la acción de la ley, cuando la primera obligación de un cargo público es respetarla. Pero el candidato lo que hace es el más absoluto ridículo fuera de Bélgica, con besos incluidos a la bandera española.
El Gobierno de Rajoy ha tomado una decisión política, presentar recurso ante el Tribunal Constitucional contra la propuesta de investidura de Puigdemont, a pesar del informe desfavorable del Consejo de Estado. La jugada en principio no parece que le haya salido mal a Mariano Rajoy, a la vista de que el Alto Tribunal dictaminara anoche la nulidad de la investidura de Puigdemont si no acude al Parlament. Si intenta llegar a España se supone que será detenido o puede que entre de tapadillo, en el maletero de un coche o disfrazado, ahora que viene el carnaval. Sería un capítulo más del sainete. ¿No les parece?