Del dolor al engaño

La dolorosa muerte del niño almeriense Gabriel Cruz nos ha dejado conmocionados. Incluso ha desatado una gran ola de indignación popular mientras el comportamiento ejemplar y lleno de sensatez de su madre, Patricia Ramírez, con sus llamamientos a no extender el odio, ha sido capaz de provocar aún mayor solidaridad y cariño ante esta familia, víctima de una acción tan bárbara como incomprensible.


Por Almería pasaron autoridades, desde la vicepresidenta del Gobierno a la máxima responsable de la Junta de Andalucía. No me atrevo a secundar las críticas sobre que intentaran aprovecharse del dolor de un lamentable suceso para su lucimiento personal. Descarto que el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, lo hiciera con esa intención y menos al afirmar que «no estamos preparados para despedir a un hijo» cuando él por desgracia lo ha sufrido en su propia carne. Ni tampoco cuando recibió de esa madre la bufanda de Gabriel que ella llevaba permanentemente puesta desde su desaparición. ¿Qué mejor muestra de agradecimiento como máximo responsable de las Fuerzas de Seguridad, por su entrega y profesionalidad, aunque al final se evidenciara la peor y trágica condición humana?
En medio de todo ello este jueves se celebró en el Congreso un debate sobre la prisión permanente revisable, ante una iniciativa para su derogación propuesta por el PNV, que rechazaron el Partido Popular y Ciudadanos, con una intervención del portavoz del PSOE que levantó fuertes críticas, especialmente de familias de víctimas de asesinatos presentes en la tribuna del hemiciclo. Se habló de la inconveniencia de legislar en caliente, aunque esta figura se encuentra vigente en otros países europeos e incluso ha sido avalada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, pero también que el Código Penal español es ya duro y nuestra Carta Magna recoge entre sus derechos y deberes la reinserción social. Hace falta más sosiego, bajar la temperatura y haber evitado abrir este lamentable espectáculo en el momento menos apropiado. No convendría volver a ello, especialmente cuando la ley está recurrida ante el Tribunal Constitucional. La elección de presidente en Cataluña sigue cociéndose en su propia salsa, pero esta semana ya se vislumbra a un tercer candidato con posibilidades de regir la Generalitat, que pondría fin a la vigencia del artículo 155. Lo que no tengo claro es si su aplicación podía haber sido menos vergonzante, capaz de iniciar un cambio de rumbo con algunas medidas o que hubiera acabado con ciertas deslealtades de la administración catalana.
En Andalucía ya tenemos candidatos del Partido Popular para las próximas municipales en las capitales y poblaciones superiores a los cien mil habitantes. Ayer se escenificó su presentación en Marbella con Mariano Rajoy a la cabeza. Juanma Moreno ha logrado poner en marcha la maquinaria electoral catorce meses antes de la cita a las urnas, algo que no se ha hecho en ninguna otra comunidad, pero aquí se celebrarán antes los comicios autonómicos, haya anticipo o no, en los que se enfrentará a Susana Díaz por segunda vez. El líder del PP de Andalucía se juega mucho, necesita todo el apoyo y sin fisuras de las organizaciones provinciales, en un momento delicado para su formación política. Mientras Rajoy anunciaba al mediodía de ayer las subidas de pensiones «que se pueda», miles de personas estaban en la calles en demanda de su incremento y garantizarlas en el futuro. También dijo que prometer es gratis. Los candidatos de las capitales son los mejores colocados, como los ya alcaldes de Almería, Jaén o Málaga, o los que han salido mejor en las encuestas internas que han realizado, caso de Granada. Sólo una sorpresa y única mujer, en Huelva, una profesora universitaria.
Acabo con un recordatorio. Cuidado con los bulos y noticias falsas que se difunden por intereses oscuros, incluidos los políticos, como ha ocurrido en el barrio madrileño de Lavapiés, donde a unos policías se les acusó de la muerte de un inmigrante y después se les propone ser condecorados por intentar salvarle su vida. No se puede engañar a la ciudadanía. ¿No les parece?