Acabó agosto y se aproxima el comienzo de un nuevo curso político. El mes no ha sido escaso en movimientos, operaciones salida y retorno, un paso adelante y dos atrás, con algún gol por la escuadra como el visto bueno del Gobierno a un sindicato de «trabajadoras sexuales». Pero el partido no ha hecho más que empezar. La pelota está en el aire en demasiados asuntos, como la exhumación de Franco y el Valle de los Caídos, la subida, o no, de impuestos, del IRPF para las rentas más altas, y la aprobación de los Presupuestos para el año próximo. Precisamente aquí en Andalucía esta cuestión ya ha abierto el cisma entre socialistas y Ciudadanos, que sólo darán su apoyo si desaparecen los aforamientos de los parlamentarios. Otro ultimátum que causa inestabilidad según el gobierno de la Junta, lo que justificaría el adelanto electoral unos meses, o un compromiso incumplido para la formación naranja.
Lo de los apoyos es fundamental para el Ejecutivo de Sánchez en Madrid y en esa línea intenta contentar a la afición, especialmente la de Podemos. El retorno a la cancha de Pablo Iglesias e Irene Montero tras su paternidad y maternidad promete ser interesante en un otoño que se presume caliente. Los separatistas catalanes ya caldean el ambiente, a escasas jornadas de la celebración de la Diada el 11 de septiembre y el aniversario del 1 de octubre, del referéndum ilegal que provocó el encarcelamiento o la huida de sus promotores, acusados de rebelión y otros delitos que no podemos olvidar. Su victimismo y falso relato les llevó a esa campaña de lazos amarillos que ahora ha encontrado respuesta por parte de catalanes dispuestos a quitarlos. Ha sido Ciudadanos, el partido más votado en las últimas elecciones autonómicas, el que se ha puesto a la cabeza de ese movimiento. Rivera y Arrimadas escenificaron esta semana la retirada de estos símbolos, después de que miembros de los ‘mossos’ identificaran a algunas personas cuando se dedicaban a ello en una actuación policial cuestionable, ya que asisten los mismos derechos a quienes colocan los lazos como a los que los quitan. La crispación y fractura social se han evidenciado con numerosos enfrentamientos verbales y alguna agresión. Son las peores consecuencias de quienes prendieron la mecha desde el extremismo, la imposición, la irresponsabilidad y se adueñan de la calle como si fuera solo suya. Lo malo es que esta tensión se extienda y nos traiga algún suceso trágico, mientras desde la política el diálogo es una quimera, hasta el punto de que el presidente Sánchez en su periplo iberoamericano lanzó una velada amenaza de un nuevo 155, a la que Puigdemont y Torra hacen oídos sordos y siguen aprovechándose de las instituciones, como es ejemplo el lamentable uso de la megafonía del Ayuntamiento de Vic para difundir proclamas separatistas.
Lo peor es que el Estado de Derecho se resiente con la actitud del Gobierno sobre la defensa del juez Llarena en la demanda civil presentada en Bélgica, cuyo único fin es menoscabar la democracia española con artimañas y manipulaciones para apartar fraudulentamente al magistrado instructor del ‘proces’. Menos mal que se ha rectificado y evitado un gol en propia meta. El problema, insisto, es que hay por delante todavía mucho partido, y pocas esperanzas de remontar. Como dijo Alfredo Di Stéfano a un portero que entrenaba: «No te pido que atajes las que vayan dentro, pero por lo menos no te metas las que van fuera». ¿No les parece?