El gobierno de Pedro Sánchez se mantiene estable dentro de la gravedad, rodeado por todos los frentes. El empeño que tiene en sacar los Presupuestos parece más deseo que realidad. Su decreto sobre los alquileres de vivienda se ha quedado corto para Podemos, mientras el grave desafío de los independentistas catalanes continúa con la permisividad ante las demostraciones radicales que se adueñan de la calle o las autopistas y suponen una alteración del orden público. Por su derecha, Ciudadanos y Rivera, insisten en una nueva aplicación del artículo 155 de la Constitución. Ni el dislate de la vía eslovena, corregido posteriormente por Torra, ni las presiones con huelgas de hambre o ayuno, aportan soluciones reales al problema, en el que el tan manido diálogo no consigue abrirse paso. Sánchez tendió la mano y sólo ha recibido desprecios y demostraciones de fuerza por parte de quienes quieren imponer el secesionismo a toda costa, incluida la fractura social que supone en la misma Cataluña.
La convocatoria de un Consejo de Ministros el próximo viernes en Barcelona y la celebración, o no, de una reunión entre Sánchez y Torra debería ser el fin de un ciclo para cambiar de rumbo, de persistir las mismas posiciones que no conducen a nada y alimentan un victimismo sin sentido. Lo que ocurra este 21D tendría que ser un punto de inflexión. El Gobierno no puede permitir que la tensión vaya en aumento y mucho menos sufrir un asedio que demuestre aún mayor debilidad ante los violentos y los ideólogos que los azuzan. Gobernar mediante decretos ley o dedicarse a la política exterior no son méritos suficientes para un Ejecutivo que ganó una moción de censura legítima con el anuncio de que su triunfo abriría paso a unas nuevas elecciones generales. El banco de pruebas andaluz ofrece un escenario que no puede obviarse. Aquí PP y Cs han iniciado conversaciones para gobernar la Junta.
Los primeros escollos se han planteado por el papel de Vox. Los populares se sienten cómodos con ellos a pesar de haberles provocado en esta comunidad una gran hemorragia de votos, en la confianza de que Abascal no hará sombra a Casado. Los naranjas, en cambio, quieren mantenerse lejos de la ultraderecha, como en Francia hace Macron con Le Pen. En este proceso se juegan mucho los tres partidos a la derecha del PSOE, de qué manera repartir la tarta, cómo encuentran su identidad, se reciben sus mensajes y no defraudan a su electorado a la hora de pactar. Todavía quedan muchas cartas por repartir en la baraja, en la que los socialistas intentan reivindicar su victoria en las urnas, cuando quien gana es quien gobierna. Otra cosa es que haya que esperar, trabajar en la oposición y volver al poder, como ocurrió con Guillermo Fernández Vara en Extremadura o el retorno del PSOE en Castilla-La Mancha. Eso es simplemente la alternancia. ¿No les parece?
P. D. No puedo dejar de expresar mi desacuerdo por la actuación judicial ocurrida en Mallorca al intervenir herramientas y material de trabajo de dos periodistas, cuando nuestro secreto profesional está protegido constitucionalmente. Harán falta argumentos desde el órgano jurisdiccional que la ha dictado para que no se entienda como un ataque a la libertad de información y una merma de nuestra calidad democrática.