La undécima legislatura del Parlamento de Andalucía comenzó este jueves su andadura. El acuerdo entre Partido Popular, Ciudadanos y Vox ha permitido que la cámara sea presidida por una representante de la formación naranja, la almeriense Marta Bosquet. No es la primera vez que los socialistas son desalojados de este cargo. Ocurrió en la etapa denominada de la pinza, con Diego Valderas de Izquierda Unida, gracias al apoyo popular contra el gobierno en minoría entonces de Manuel Chaves. Aquello aguantó veinte meses.
Ahora las circunstancias son muy distintas y vienen marcadas por el triunfo de la derecha en esta comunidad autónoma. La suma de sus votos, desde el liberalismo a la más extrema, ha hecho posible el cambio, el vuelco, pero eso hay que gestionarlo y Andalucía será el banco de pruebas, el modelo exitoso o fallido. La clave no es complicada, pero está en la diferenciación de esos tres partidos y las distancias que quieran marcar entre ellos. Cs no ha tardado en avisar que romperá el pacto con el PP si lo modifica con propuestas de Vox. ¿Qué precio pondrán los del partido de Abascal?
El propio Juanma Moreno reconoció más tarde que «el cambio no está hecho porque aún queda mucho por hablar», pero el que se juega más es Pablo Casado al hacer el juego de bisagra entre uno y otro. El riesgo de desgaste es enorme si quiere mantener una identidad propia, porque su partido era hasta no hace mucho tiempo el que ocupaba todo el espectro del centro derecha en España.
Con la ruptura del bipartidismo, la fragmentación está servida y son cinco los actores en una escena que se presume endiablada, por lo menos hasta que no pasemos la reválida de las municipales, el próximo mes de mayo.
Otra cuestión no menos importante será el papel que juegue la oposición encarnada por los socialistas con Susana Díaz al frente y por otro Vamos Andalucía, en una confluencia que tampoco acaba de mejorar posiciones. Como el acercamiento entre ambos no les servía de nada, corre el aire entre las dos formaciones y se ha consolidado una brecha que solo podría cerrarse ante una nueva suma de las izquierdas, lo que no parece del todo probable.
Por eso, Pedro Sánchez, con la precariedad que padece en el Congreso, está dispuesto a mantenerse con la respiración asistida que le puedan facilitar hasta quienes se sitúan al margen de la Constitución, como son los independentistas catalanes.
Precisamente la Carta Magna es el cordón sanitario que se le ha puesto a Vox para que su apoyo en Andalucía permita –se mantenga y perdure– el vuelco y no signifique algo de lo que no avergonzarse, en un Año Nuevo que comienza y para el que quiero desearles lo mejor, amigos lectores, que venga cargado de mejoras y progreso para todos.
¿No les parece?