La prudencia debería ser una de las virtudes de los políticos, pero se les calienta la boca en una entrevista o durante un mitin y luego pagan las consecuencias. Esta semana lo hemos visto con Adolfo Suárez Illana. Tras su estrepitoso fracaso al enfrentarse en unas autonómicas a José Bono para desbancarle de la presidencia de Castilla-La Mancha, hace más de quince años, el hijo de quien fuera una de las grandes figuras de la Transición española vuelve a los ruedos políticos como uno de los fichajes estrella de Pablo Casado. Lejos del centrismo que caracterizó a su padre, la incontinencia verbal que ha mostrado al referirse al aborto e incluso a los neandertales ha provocado un vendaval entre las huestes del PP. Su padrino en política, José María Aznar, de nuevo en primera línea, se ha lucido en flaco favor a su partido en otra faena con esa frase: «A mí nadie me dice a la cara ‘derechita cobarde’ porque no me aguanta la mirada». Ni uno ni otro contribuyen a lo que debería ser una suma para lograr el entusiasmo del electorado que necesita Casado.
Los socialistas, más contentos, gozan así de mayor espacio, aunque el catalán Miquel Iceta, con sus declaraciones —otro calentón— sobre la necesidad de encauzar el deseo de independencia si el 65 por 100 de los catalanes lo pide, ha desbaratado la campaña de Pedro Sánchez. El PSOE quería pasar de puntillas sobre el tema, después de no incluir entre sus 110 medidas clave para España ni una relacionada con este asunto, que ha condicionado toda la legislatura y su mandato, agotado por la falta de apoyo presupuestario, entre otros, precisamente por los separatistas, que persisten en buscar el reconocimiento a una independencia, como se ha encargado e repetir estos días Torra.
Al ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, le faltó temple, que no razón, durante una entrevista que concedió a la radio pública alemana al ordenar que se parara la grabación cuando el periodista le interrogó sobre que un 70 por 100 de españoles desea una modificación de nuestra Carta Magna. Ciertamente es un dato facilitado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) pero a una pregunta general y no en concreto a una posible independencia.
También ha tenido su punto el intercambio de ofertas de ministerios entre Rivera y Casado para un gobierno de coalición. Craso error, para desconcierto de votantes, cuando los pactos estarán en función de los resultados. Pero la guinda ha sido que el ya famoso excomisario Villarejo revelara que la Policía espió a Pablo Iglesias, posible víctima de la utilización política de instituciones al servicio del Estado. Lo que sería execrable. Y acabo con una cifra conocida el viernes, la economía española perdió fuelle en el último trimestre del año pasado aunque el déficit se queda en un 2,6 por 100 de PIB, lo que nos permite alejarnos del control de los hombres de negro europeos. El que venga después que pague los más de 31.000 millones de euros gastados que recaudados. ¡Otra ronda el viernes! Ya veremos quién paga. ¿No les parece?