Francisco Franco salió por fin del Valle de los Caídos. «Ha sido una profanación», según la familia del dictador; la exhumación «pone fin a una afrenta moral», a juicio del presidente del Gobierno en funciones. Pedro Sánchez cumple así un empeño personal a pocos días de unas elecciones, a costa de escuchar multitud de reacciones críticas: «Un acto de propaganda, un show necrófago», pero también de respaldo: «Hace a la democracia española más perfecta». Para unos no había necesidad de abrir una herida cerrada tras la Transición, existen otras prioridades, mientras para otros era imprescindible si se quiere restituir la dignidad de las familias de quienes también se encuentran allí, víctimas de la guerra civil y de la posterior represión franquista.
Puede criticarse el momento, pero razones no faltaban para poner fin a una anormalidad que se ha mantenido en el tiempo, 44 años. Se explica así la muy numerosa presencia de medios periodísticos internacionales a un acto desarrollado con absoluta normalidad y respeto, con sólo el apoyo de unas decenas de nostálgicos. Queda plantearse, con el necesario consenso, el futuro del Valle de los Caídos como espacio de concordia de todos los españoles y no sólo reconocer sino facilitar el derecho de aquellas familias para encontrar a sus antepasados y enterrarlos dignamente.
Franco consiguió entrar en campaña electoral y ha sido punto de inflexión en el fragor de la carrera hacia las urnas, justo el día que se daban a conocer los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) correspondientes al tercer trimestre del año que confirman la desaceleración de la economía y, por tanto, del empleo. Un par de jornadas antes la Comisión Europea advirtió a España de que se disparará el déficit este año. Y es que estamos en la segunda prórroga de los Presupuestos de Mariano Rajoy. Las cuentas no cuadran, más gastos por las medidas sociales, como la subida de las pensiones, que nadie cuestiona, mientras los ingresos no se incrementan, con lo que parece que no hay otra salida que más impuestos. Será una de las prioridades para el candidato que sea capaz de ser investido tras el 10 de noviembre, lo que no parece tampoco fácil a la vista de las distintas encuestas, al no definirse claramente una ventaja de uno de los bloques de partidos de la derecha o izquierda, salvo que por este último lado los independentistas catalanes ofrezcan su apoyo a cambio de mejorar posiciones. Sánchez en ese frente se ha mostrado estos días inflexible con Torra, ni le ha cogido el teléfono en repetidas ocasiones. El separatista catalán no se merece otro trato después de su papelón ante los graves disturbios de la semana pasada y la falta de apoyo a la policía autonómica. Insisto, los resultados de las próximas elecciones en Cataluña pueden ser decisivos para el resto de España. Iglesias dice que serán la excusa para la coalición PSOE-PP pero lo peor es que el posible recambio de Torra, su mismo vicepresidente de la Generalitat, el republicano Aragonès, pasó esta semana por Madrid para mostrar una cara amable y no salió de su petición de un diálogo entre partidos «sin vetos» para hablar de amnistía y del derecho de autodeterminación. Eso es que vuelva la burra al trigo, la pura imposición de una parte de catalanes que desprecia a la otra y al resto de los españoles. Mucho autoritarismo. Con Franco ya tuvimos bastante. ¿No les parece?