«La Ciudad Comprometida»
Por Charo Pérez Oramas. Arquitecta
Cuando un arquitecto acomete un proyecto, ineludiblemente debe de pasar por el espacio, ya sea porque se entiende como soporte físico de la actuación donde técnicamente hay que desarrollar unos estudios geotécnicos para cimentar, o porque la topografía obliga a un diseño concreto de la edificación futura, o simplemente porque ese espacio será vivido y utilizado por personas, poniéndose de manifiesto un claro carácter social.
Con esto se quiere dejar de manifiesto que el espacio es algo que viene dado, que se impone de manera casi innata en la concepción de un nuevo proyecto, sin que el arquitecto se atreva concebirlo como algo que pueda trasformar. Esta situación puede venir motivada porque se carece de herramientas o incluso de formación para desarrollar trabajos de esta índole, o más grave aún, porque no existe interés para su diseño y concepción, o al menos no tanto como conlleva un proyecto arquitectónico.
Esta última idea ha motivado que el espacio público se vaya convirtiendo poco a poco en algo residual tanto desde su diseño como desde su localización en las ciudades. Acometiendo esta idea desde distintas escalas, ya desde el planeamiento urbano de nuestras ciudades definimos como espacios libres aquellos que no resultan del todo aptos para albergar edificación, aquellos que se ubican en bordes de carreteras, aquellos con formas imposibles y que normalmente aparecen como “residuo” después de encajar todo aquello que hace funcionar la ciudad. Son pocas las veces en que un urbanista concibe la ciudad desde el espacio libre público, pudiendo ser este tema objeto de otro debate. Lo mismo ocurre si bajamos de escala y nos referimos a la ordenación de un sector de la ciudad, donde tras implantar la edificación y dedicarle todo el esfuerzo, el diseño del espacio libre queda mermado, tanto porque se ubica en las zonas restantes como porque su diseño se acomete desde el punto de vista de complemento de la edificación, no desde sí mismo.
El espacio público no puede ser tratado como residuo, es más, el arquitecto debe ser valiente y hacerse con él para que su trabajo pase también por, además de crear edificios, por crear espacios. Esto obligaría a concebir las ciudades desde otro punto de vista donde el espacio público además de servir de soporte físico se convierta en espacio arquitectónico con un diseño propio capaz de generar en el ciudadano sensaciones que hasta el momento sólo habían quedado reservadas para las grandes obras de edificación.
Cierto es que los espacios libres, quedan relegados a los espacios residuales de la ordenación, cuando deberia partirse de la concepción global de una red de espacios articulados y conectores que configurasen la imagen de nuestras ciudades.
Que atractiva reflexion sobre el espacio publico… Creo que nos dará pie a varios debates sobre cuestiones básicas en una ciudad comprometida:
– el papel de los espacios libres periurbanos, (por ejemplo, la Vega)
– la necesidad de crear una red de espacios libres en la ciudad, que recorra y articule los diferentes barrios,
– como afectaria en un espacio publico la implantación de un sistema de transporte como el Metropolitano de Granada, o
– criterios para el disenho del mobiliario urbano, como por ejemplo: las paradas del metropolitano de Granada…
Creo que serán temas interesantes, que abordaremos tras el mes de agosto….