«La Arquitectura Comprometida»
Por Carolina Minola Foti. Arquitecta
Las primeras casas de la Alpujarra reflejaban un modo de vida totalmente acoplado y mimetizado con su entorno. Respondían a una sociedad que se basaba en la agricultura y en donde las casas se constituían con espacios que albergaban las necesidades básicas y actividades del campo. A nivel de conformación de la vivienda como envolvente se proyectaban las mismas a través de una arquitectura vernacular, utilizando la piedra y la madera del lugar.
A su vez, la implantación refleja una sociedad marcada por su entorno inhóspito, donde el respeto por las vistas se traduce en un juego de volúmenes a diferente cota que conforma una unidad perfecta con la montaña.

Pero, ¿qué sucede cuando un paraje de estas características se convierte en bien de interés cultural. ¿Se pueden armonizar las nuevas necesidades y modos de vida con la conservación de su entorno?.
La composición de la vivienda unifamiliar, definida como conjunto de espacios y aplicación de tecnologías, ha ido cambiando y lo seguirá haciendo, ya que como seres humanos nos seguimos desarrollando, no solo a nivel individual sino como sociedad. Por medio de la globalización, nos vemos afectados por nuevas necesidades y metodologías técnicas, las cuales vamos incorporando de forma inherente a nuestros nuevos modos de vida.
En la actualidad como profesionales, uno de los problemas a solucionar es el de compatibilizar las nuevas técnicas sin degradar a un entorno de gran carga cultura, pero sin que este nos deje paralizados a la hora de actuar. Debemos de intervenir a conciencia sin hacer replicas obsoletas de elementos del pasado que no dan respuesta a las nuevas necesidades presentes o futuras.
Creo que debemos apostar por el “cambio certero”, para lograr mejorar la “conservación” de nuestros bienes y poder generar de esta manera un entorno coherente que revalorice lo existente, sin perjudicar o acotar nuestras nuevas construcciones.

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