«Ciudadanos Comprometidos»
Ceremonia de entrega de losPremios Príncipe de Asturias 2010.
INTERVENCIÓN DEL SR. AMIN MAALOUF, Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Oviedo, 22 de octubre de 2010
Majestad. Altezas. Excelentísimos señoras y señores. Señoras y señores del jurado. Mis queridos amigos…
Esta dicha inmensa que siento al recibir el Premio de las Letras de la Fundación Príncipe de Asturias me habría gustado expresarla, igual que otros intervinientes, en la lengua de Cervantes, de Borges y de García Lorca. No podré hacerlo por mucho que lo lamente. El castellano es una lengua que me gusta oír, que me gusta leer y que entiendo algo más de lo que suelo admitir. Pero me siento incapaz de usarla con la oportunidad y la sutileza que se merece. Es algo que, esta noche, me avergüenza un tanto, pero albergo la esperanza de que vean en este uso mío de una lengua que llega de allende los Pirineos y de un acento que llega de allende el Mediterráneo un símbolo del interés que les merece a esta Fundación y a este país la diversidad del mundo.
De esta diversidad del mundo, de esta extraordinaria diversidad que es hoy en día característica de todas las sociedades humanas, todos cantamos a veces las alabanzas; pero también nos hace padecer a todos a veces. Porque es manantial de riqueza para nuestros países, pero lo es también de tensiones. Las naciones que se asientan en los cimientos de la diversidad étnica y la inmigración se hallan entre las más dinámicas del planeta, y basta con mirar la otra orilla del Atlántico para convencerse de ello. Pero a este dinamismo lo acompañan con frecuencia trastornos, discriminaciones, odio y violencia.
La diversidad en sí misma no es ni una bendición ni una maldición. Es sencillamente una realidad, algo de lo que se puede dejar constancia. El mundo es un mosaico de incontables matices y nuestros países, nuestras provincias, nuestras ciudades irán siendo cada vez más a imagen y semejanza del mundo. La que importa no es saber si podremos vivir juntos pese a las diferencias de color, de lengua o de creencias; lo que importa es saber cómo vivir juntos, cómo convertir nuestra diversidad en provecho y no en calamidad.
Vivir juntos no es algo que les salga de dentro a los hombres; la reacción espontánea suele ser la de rechazar al otro. Para superar ese rechazo es precisa una labor prolongada de educación cívica. Hay que repetirles incansablemente a éstos y a aquéllos que la identidad de un país no es una página en blanco, en la que se pueda escribir lo que sea, ni una página ya escrita e impresa. Es una página que estamos escribiendo; existe un patrimonio común —instituciones, valores, tradiciones, una forma de vivir— que todos y cada uno profesamos; pero también debemos todos sentirnos libres de aportarle nuestra contribución a tenor de nuestros propios talentos y de nuestras propias sensibilidades. Asentar este mensaje en las mentes es hoy, desde mi punto de vista, tarea prioritaria de quienes pertenecen al ámbito de la cultura.
La cultura no es un lujo que podamos permitirnos sólo en las épocas faustas. Su misión es formular las preguntas esenciales. ¿Quiénes somos? ¿Dónde vamos? ¿Qué pretendemos construir? ¿Qué sociedad? ¿Qué civilización? ¿Y basadas en qué valores? ¿Cómo usar los recursos gigantescos que nos brinda la ciencia? ¿Cómo convertirlos en herramientas de libertad y no de servidumbre?
Este papel de la cultura es aún más crucial en épocas descarriadas. Y la nuestra es una época descarriada. Si nos descuidamos, este siglo recién empezado será un siglo de retroceso ético; lo digo con pena, pero no lo digo a la ligera. Será un siglo de progresos científicos y tecnológicos, no cabe duda. Pero será también un siglo de retroceso ético.
Se recrudecen las afirmaciones identitarias, violentas en muchísimas ocasiones y, en muchísimas ocasiones, retrógradas; se debilita la solidaridad entre naciones y dentro de las naciones; pierde fuelle el sueño europeo; se erosionan los valores democráticos; se recurre con excesiva frecuencia a las operaciones militares y a los estados de excepción… Abundan los síntomas.
Ante este retroceso incipiente, no tenemos derecho a resignarnos ni a cederle el paso a la desesperación. Hoy en día lo que honra a la literatura y lo que nos honra a todos es el intento de entender las complejidades de nuestra época y de imaginar soluciones para que sea posible seguir viviendo en nuestro mundo. No tenemos un planeta de recambio, sólo tenemos esta veterana Tierra, y es deber nuestro protegerla y hacerla armoniosa y humana.
Gracias a todos por la acogida que se me brinda en esta inolvidable ceremonia.
Traducción de M.ª Teresa Gallego Urrutia
Me encanta este señor y me encanta que nuestra sociedad también tenga un lado amable, cívico, y de humanidad con mayúsculas… Porque eso son por ejemplo los premios Principe de Asturias, un canto a lo mejor del ser humano.
Por eso me encanta que se haya elegido a Amin Malouf, que lleva tanto tiempo hablando de concordia, de mestizaje, del respeto a los diferentes… Lo conocí hace tiempo cuando leí su «León el africano» (un granadino errante del siglo XIV)… Y desde entonces lo admiro.
Sin duda, alegria colectiva por el reconocimiento,pienso cómo es posible que tengamos esos manuales de instrucciones andantes y sigamos empeñándonos en enredar nuestras vidas al margen de lo esencial; esperamos que todos aquéllos que tuvieron ocasión de escuchar o leer su discurso, se detengan un momento,se dejen embelesar por la dulzura del mensaje y no embalsamar por la rutina paralizante
Uno de los Privilegios (con mayúscula) que tiene participar en la «cosa» pública es poder conocer personas como ésta. Invité a Amin Maalouf a unas jornadas que se celebraron en Granada en 1995 y aún recuerdo el placer que supuso compartir cena con el escritor y su mujer. Un par de años antes, había leído «León el africano» y eso fue el inicio de una conversación, difícil por mi mal francés, pero apasionante. Creo que es un personaje de primerísimo orden. Su intervención en los Premios Príncipe de Asturias lo atestigua.
Uno de los Privilegios (con mayúscula) que tiene participar en la \"cosa\" pública es poder conocer personas como ésta. Invité a Amin Maalouf a unas jornadas que se celebraron en Granada en 1995 y aún recuerdo el placer que supuso compartir cena con el escritor y su mujer. Un par de años antes, había leído \"León el africano\" y eso fue el inicio de una conversación, difícil por mi mal francés, pero apasionante. Creo que es un personaje de primerísimo orden. Su intervención en los Premios Príncipe de Asturias lo atestigua.
a mí me lo presentó en aquella ocasión que estuvo en Granada, Rafael Fernández-Píñar y quedé impresionado también por la sencillez de un hombre sabio y bueno. Y me sorprendió todo lo que sabía de Granada. Y mi francés por razones laborales, es mejor que el de Jesús Quero, entonces alcalde de Granada
Jesus, Ignacio… Me encanta encontrar una cosa mas con la que coincido con vosotros… aunque yo aun no lo conozco personalmente!