«La Ciudad Comprometida»
La presentación “La Arquitectura y el urbanismo en el Sitio Histórico de la Alpujarra Media”, dada por Juan Carlos García de los Reyes hace unas semanas, no hubiera podido celebrarse en un lugar más adecuado. El aula luminosa de la recientemente abierta Escuela Técnica Superior de Arquitectura en el barrio del Realejo (Granada) se llenaba de futuros arquitectos que querían aprender más sobre la finalidad del urbanismo, mejorar y proteger nuestro espacio vital mediante una planificación que pone los proyectos en un contexto más amplio y los integra en el territorio. Y ello es así porque durante el próximo semestre los proyectos imaginarios de los futuros arquitectos se ubicarán en las localidades de Ferreirola y Atalbeitar.
Es recomendado visitar la nueva escuela de arquitectura de Granada, que es ejemplo de un proyecto enriquecedor, que conserva sus partes históricos y las integra en un conjunto moderno con diversidad armónica, valores que Juan Carlos promovió en su exposición. En este lugar, los profesores Carmen Moreno, Pablo Ibáñez y Francisco del Corral recibieron afectuosamente a Juan Carlos, que fue acompañado por Elena Palomares Rodríguez y por mí misma.
La presentación informó de un espacio bastante frágil, que debe estar por tanto presidido por estrategias urbanísticas adecuadas que atiendan a su protección y revitalización por igual, desde el respeto y la integración. En este sistema ecocultural de la Alpujarra (Sierra Nevada), que desde siempre ha mantenido una relación armónica entre su medio natural y las actividades humanes, la tarea urbanística es proteger esos valores singulares y la identidad del lugar. Para ilustrar la necesidad y los medios de actuación, Juan Carlos presentó una extensa gama de actuaciones de sensibilización, de investigación, de planificación y de gestión que durante los últimos 25 años ha tenido el honor de dirigir y se han concretado en avances importantísimos respecto de la concienciación colectiva y de la regulación urbanística y patrimonial (caso del Barranco del Poqueira), si bien reclamó un mayor compromiso de las administraciones (fundamentalmente Junta de Andalucía, ENP de Sierra Nevada y Diputación de Granada) para apoyar en dichas tareas a los pequeños municipios del Sitio Histórico de La Alpujarra Media, que deben afrontar unos trámites administrativos muy complejos con escasos apoyos de todo tipo.
Los dilemas Abandono o Conservación; o Ruptura versus Integración, felizmente están siendo decantados a favor de los segundos después de años de trabajo colectivo en los que el “urbanismo pedagógico” ha juagado una baza esencial. Y en dicho sentido Juan Carlos expuso a los futuros arquitectos las claves que deberían estar presentes en sus proyectos académicos sobre Ferreirola y Atalbeitar, dos pequeñas poblaciones de montaña llenas de cultura y de sabiduría a las que deben acercarse con humildad y respeto.
El plan se fundamenta en el reconocimiento de los elementos específicos que son característicos del territorio y el ámbito urbano. Provocado por las vistas en altura, reconocemos la presencia constante del entorno del gran valor paisajístico y ecológico en todos los asentamientos, pero no debemos olvidar que la belleza de esos lugares procede en gran parte de su arquitectura vernácula y de su manera de ocupar el lugar. Las espacios públicos, como las plazas conectadas por rampas y escaleras, el viario irregular y de anchuras variables, deben hacer abrir los ojos para ver lo que provoca una ilusión particular en el visitante. La textura del suelo, las fechadas con vegetación o el sonido del agua que pasa por las acequias sólo son unos ejemplos. Además, los huertos urbanos, las fuentes e hitos como bienes públicos, que ofrecen la oportunidad usarlos como lugares de encuentro, manteniendo un alto interés etnológico. Dichos elementos son testigos de la dinámica histórica de los asentamientos, donde la mesura, la sabiduría popular y la armonía siempre pudieron más que las dificultades objetivas de un medio dificil. Aún más que eso, las viviendas tradicionales y su integración en el espacio público matizan la belleza de la arquitectura alpujarreños. A partir de simple combinación de materiales del lugar: piedra y madera, cal y launa, han desarrollado casas a base de pequeños volúmenes, genuinamente resueltos con tinaos, chimeneas y terraos, que mantienen un valor tan singular que esos elementos se asocian particularmente con esa comarca… Es decir, la arquitectura constituida en distintivo comarcal.
Más que una presentación de esas cosas y el papel que juegan en el proceso de la arquitectura, Juan Carlos quiso compartir su experiencia personal. Después de secuestrar a los alumnos a una excursión mental en las Alpujarras, remarcó la importancia de los planes urbanísticos municipales y las normativas que conducen ese proceso. Brindando numerosos ejemplos para el trabajo que deberán desarrollar los alumnos, fue mucho más allá reivindicando una mayor cualificación de los futuros arquitectos en estas materias a fin de que puedan liderar magníficos equipos de profesionales diversos es sus disciplinasy conocimientos, para resolver las cuestiones urbanas desde la complejidad y con soluciones «multicolores». Según él, cada proyecto tiene la única finalidad mejorar el espacio en que vivimos. Por eso es necesario integrar esos proyectos en el contexto de la gestión del territorio. A los alumnos presentó unas estrategias importantes incluidas en el Plan Supramunicipal del Barranco del Poqueira ya aprobado, así como en los diferentes planes que su estudio está dirigiendo en la actualidad.
Después de la exposición, hubo un interesante debate con profesores y alumnos, en el que se trató de la dificultad añadida para los habitantes de La Alpujarra de seguir superponiéndoles protecciones y normas generales, que suelen generar trámites cada vez más complejos, pero sin avanzar realmente en la solución específica de sus necesidades particulares, que se traduzcan en sencillez para los trámites cotidianos y en una mejora apreciable de su calidad de vida. Felizmente, uno de los estudiantes era de Lobras y pudo compartir la experiencia de sus paisanos, ilustrándonos al decir que en el aula estábamos reunidos mucha mas gente que la que habita su pequeño pueblecito.
Concluyó juan Carlos, una vez que estuvo seguro de que había inoculado en cada uno de los futuros arquitectos el respeto, el amor, y la pasión por esta tierra mágica “que se encuentra entre la sierra y el mar, entre los bancales y el cielo… La Alpujarra”.
Marcella Sobisch