No conocía este lugar, a pesar de que nada más llegar me hizo sentir como en casa porque todo me era cercano: su arquitectura de volúmenes fragmentados, paños de teja y casas blancas, blancas; las callejuelas escarpadas y sus plazuelas que siempre se asoman al paisaje; el primor con el que cada vecino engalana su trocito de calle; o la cercanía de sus gentes con esa hospitalidad tan natural que te atrapa y te llega al alma…
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