ORGULLOSO DE LO QUE BOGOTÁ ME ENSEÑÓ

 Ayer domingo viví en primera persona la explosión de ciudadanía que cada día festivo se da en la ciudad de Bogotá: su CICLOVÍA. Y como era de esperar, fue maravilloso… Os cuento:
Imaginaros una metrópoli inmensa de casi 10 millones de habitantes y que, aunque lleva décadas buscando cómo prosperar, sigue siendo caótica, con el aire muy viciado, colonizada por el tráfico y con gravísimas carencias de espacios públicos. Pues en este contexto y haciendo virtud de su necesidad han desarrollado una de las mejores prácticas urbanas que he conocido: fomentar la práctica deportiva y los hábitos saludables gracias a la peatonalización de una malla de calles y avenidas que se interconectan en un circuito de 150 km que cubre todos los sectores de la ciudad.
Y es que este concepto de “ciclovía dominical” que se viene realizando desde 1974 ya se ha extendido a numerosas ciudades colombianas y latinoamericanas, y se ha consolidado como una interesante y enriquecedora acción para la “recuperación”, aunque sea temporal, del espacio público que robó el coche, su dueño absoluto. Aunque bien es cierto que probablemente en una ciudad más equilibrada, dotada con unos transportes públicos eficientes, una red proporcionada de dotaciones y equipamientos, y con espacios públicos y parques urbanos bien localizados, no se vería obligada a reclamar un ámbito que nunca debió perder.
Así que yo ayer, recién llegado y aún con evidentes síntomas de “jet lag”, salí a recorrer sus calles de manera segura y encantadora. Y fui uno más de ese millón de bogotanos que gozaron de la mañana bien con la bici, simplemente paseando al perro, acompañados de sus hijitos, corriendo millas, o practicando zumba. Y a lo largo de tres horas alterné caminata con trote, además de soltar varios piropos más que merecidos y de regalar miles de sonrisas, saboreé un delicioso jugo de naranja y degusté un cucurucho de mango recién cortado… Y pude sentir en carne propia que siempre es posible mejorar el lugar donde vivimos. Siempre.
Por eso, en cada lugar, en cada ciudad, en cada barrio en el que desembarco, me gusta conocer sus buenas prácticas y difundirlas, orgulloso de lo que pude aprender de sus gentes.

 

3 Comentarios

  1. «Siempre es posible mejorar el lugar donde vivimos. Siempre.» Me quedo con eso, gran reflexión!

  2. No sabes cuanto me alegra que hayas destacado esa frase precisamente… Felicidades!

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