EN LA NOCHE DE MIS AVENTURAS…

«Miscelánea»

Aceptamos el envite que nos ha planteado nuestro Amigo Paco Pipó  tras la publicación del articulo «La Puerta Olvidada», sobre la Puerta de las Armas de la Alhambra de Granada. Nos ha enviado un texto propio que estamos encantados de compartir con vosotros:

Acceso a la Puerta de las Armas. Fuente: Maria del Carmen de Luna.
Acceso a la Puerta de las Armas. Fuente: Maria del Carmen de Luna.

En la noche de mis aventuras de alucinación fantástica, Fátima me recibe en el albaycín. Bajamos hasta la actual Carrera del Darro y empinamos nuestros pies por sendas de bosque, hasta la Puerta de las Armas que da principalmente entrada a la Alcazaba, bien custodiada por formidos guardianes. Seguimos charlando hasta la Puerta del Vino, donde la gran placeta de los Aljibes circunvalaba por los palacios y al medina, abriéndose un gentío alegre y bullicioso de canticos y armas al aire.

Pero sigamos con la escena, pues gran alboroto de trote de caballos interrumpen el ensimismamiento de mis ojos, que siguen escrutando entre la presencia del Sultán y sus gentes.

Un murmullo de admiración corrió por la muchedumbre, ante la llegada de caballos enjaezados a modo cristiano. Dos Caballeros los montaban. Largas espadas pendían de su cintura y en sus pechos las armas de sus títulos.

El camino se abría, al paso decidido de los corceles. Entraron en el recinto, siendo reconocidos por el jefe de la guardia mora. Bajaron de montura. Acompañados y escoltados ante la presencia y estancia real, fueron arrodillándose en pié derecho, descubriendo sus cabezas a modo de saludo cortés, ante el Sultán granadino.

Entraron al espacio del trono, Don Diego Fernández de Córdoba y Don Alonso, quedando pajes y resto de acompañantes cristianos fuera de tal espacio real. Hubo palabras de saludo y correspondencia por parte del Sultán, al que solicitaron la celebración de duelo para redimir diferencias entre ellos, permiso que previamente fue denegado por las autoridades cristianas, por lo que solicitaban amparo del Emir granadino. Quedando en espera de la concesión para situar y fechar el duelo, en tierra granadina.

El beneplácito a tal duelo, fue concedido, y se dicto día y hora para su celebración. Los caballeros dieron palabras de agradecimiento al Emir y apalabraron su compromiso en acudir a la fecha fijada. Pasaron varias lunas y llegado el plazo concedido, comenzaron los preparativos.

En el día acordado, montaron de nuevo un palenque bajo la Puerta de la Justicia e hicieron presencia a la hora acordada, toda la corte granadina.

El día era vivo de luz y el paraje parecía engalanado para gran fiesta. La Puerta de la Alhambra ó Puerta de la Aljamra ó Vino, orlaba el paso de la corte que en jolgorio murmullo ceremonioso, atravesaba la plaza de salida de palacio, ausentes al recuerdo de que sus pies alfombraban de polvo la tumba del infante Don Pedro, muerto en lucha y traído su cadáver a modo de trofeo y su día fue enterrado bajo esta torre. Bajaron por el callejón que flanquea la muralla y Torre de las Rocas.

En esta ocasión, mi presencia se diluía entre los militares del cortejo, pese a que a mis costados no se distanciaban ni un solo paso, dos militares que con cortesana discreción me daban escolta ó guardia, (no se cual de las dos), a cada uno de mis pasos. Fátima marchaba y nos precedía, con el numeroso personal real.

A la Puerta de la Justicia, fueron apiñándose el pueblo granadino, conocedor del acontecimiento, procedentes de los barrios bajos de la ciudad ó del Albaycin, atravesando el puente del río Darro, subiendo las sendas que acercaban a la Puerta de la Armas y franqueando los caminos que circunvalaban a la Alcazaba. Eran revistados por los guardianes de entrada, a fin de que no llevasen armas ó útiles de lucha. También provenían del barrio de alfareros, pasando por la Puerta de Algodor ó de los Siete Suelos.

Bajaban los señores de la corte, desde sus aposentos del Generalife por la Puerta del Arrabal. No se mezclaban con el pueblo, utilizando entradas a palacio y caminos reservados, que daban salida por la Alcazaba dirigiéndose a su lugar,  en el palenque real.

El Rey, con amplia marlota azul, espada y capacete grande dorado y negro, caballo con cabezada, pretal y mantilla. Su bella esposa, visiblemente más joven que el Sultán, con almalafa de listas rojizas que garbosamente le caen por su espalda.

Junto a la pareja real,  príncipes, magnates, jueces y toda la corte granadina ataviada en ropas de seda de variados colores. Caballeros y militares, con armaduras que lucían al sol las maravillas de la fiesta.

Pareciese gran contento entre la corte palatina por ver a dos de sus enemigos cristianos, hoy tratados como caballeros de alta cuna castellana y por lo tanto, acreedores de la caballerosidad que en tiempos de paz imperaba en las mutuas relaciones cristiano-musulmanas.

Era este, el motivo del esmerado cuido en los preparativos, pues sabido es que teniendo contentos a los cristianos, mayormente pacientes serian para los pagos de parias que periódicamente habrían de ser satisfechas.

Allá a lo lejos, un grupo de caballeros galopaba con destreza, hacia el lugar de encuentro y justa. Hicieron pié a tierra y uno tras otro en riguroso orden de grado, acercándose al palenque.

Presentose Don Diego, besó las manos al Rey, hizo reverencia y cortes saludo a Fátima. Con paso decidido ocuparon los puestos previstos para la ceremonia. Se dispuso a la espera de Don Alonso.

El tiempo iba corriendo y la hora de comienzo se dilataba, aumentando la intranquilidad por un retraso no anunciado y una quietud que aceleraba el cansancio del contendiente y la tribuna real. El pueblo comenzaba a oírse, con risas y cantos de entretenimiento.

En rápido trote de caballos se presentó con notoria tardanza, el segundo contendiente del duelo. 

El hecho de acudir a la cita con bastante retraso, por parte de Don Alonso, montó la cólera del Rey moro, que amonestándole por su tardanza, decidió dar por vencedor al esforzado y puntual caballero  Don Diego.

Ante una llamada de tambores, se hizo un silencio reverencial. Se levantó el Sultán y en voz alta,  grave de palabra, dijo y redactó:

 

Este real diploma, cuyo contenido es el de otorgar reconocimiento al valor y caballerosidad militar. El Emir, decreta este honrado thahir a favor de Don Diego Fernández de Córdoba, gran caballero.

Dada su gran dignidad, valentía y consideración, le nombro vencedor de este litigio, que aunque no se hubiese decidido por las armas, estas han callado, manteniendo el honor de su dueño, ante la cobarde irresponsabilidad de su opositor, y en razón de los perjuicios ocasionados, que desagradan a Alláh, cuya burla es en demasía, ofensa para nuestra hospitalidad.

Alláh haga larga y duradera su felicidad y guarde a su excelencia, Don Diego Fernández de Córdoba, como asimismo a su familia y descendientes. 

Por tanto, el referido caballero, queda en su poder el correspondiente Thahir, como Real Diploma, distinción y honra, por la que se alcanza el rango favorecido no solo por la buena suerte y sí por el valor que le hace aspirar los perfumes exhalados por el céfiro de la bella aurora.

En el bendito nombre de Alláh, nos de a conocer su bien. Salve a nuestro profeta Mahoma y a sus familiares.

Thahir emitido en la sublime y sempiterna corte de Granada.

Año 889                                               Muley-Hássan

La lectura fue seguida en gran silencio. El pueblo decepcionado por la falta del festín, elevó su protesta, por tan pronta conclusión y falta de espectáculo.

Visto esto, el Sultán abrió la fiesta con la lucha entre fieros perros y un bien armado toro, que fue la apertura en desagravio, a un día que se alargó hasta bien entrada la noche. Por supuesto con gran contento del populacho, que en su incesante diversión comían toda clase de frutos, buñuelos y tortas de harina tostada, entre una nube de aromas y aceites hirvientes.

Entre tanto jolgorio, se puso en marcha una carrera de corceles enjaezados a la usanza musulmana que goza de gran colorido y aparejos en el caballo, de mucha vistosidad, los jinetes paseaban orgullosos sus corceles entre el publico que vitoreaba a tan gallardo desfile, dando paso a una rápida  cabalgada con demostración en arriesgadas formas de montar y manejo de armas.

!Que maravilla!

…y el jolgorio se engalanó con las luces del alba….

Paco Pipó

 

LA PUERTA OLVIDADA

«La Ciudad Comprometida»

Recientemente tuvimos el placer de contar para los habituales foros de GRarquitectos con la participación de la compañera arquitecta María del Carmen de Luna, que nos habló de la olvidada Puerta de las Armas, punto central de su proyecto para un máster de postgrado.

Para la Ciudad Comprometida, esta puesta en valor y  redescubirmiento no es algo nuevo para pues desde el Plan Especial de la Alhambra este acceso es un punto clave en la red de itinerarios alternativos para acercar la Alhambra a la ciudad,en este caso a traves del barrio de la Churra y de una serie de espacios publicos concatenados, aportando recorridos diferentes para un visitante que quiera acceder al monumento de una manera distinta a la habitual, y sobre todo, más coherente con su historia.

Ventana del plano de propuesta de movilidad del Plan Especial Alhambra. Fuente: Elaboración propia.
Ventana del plano de propuesta de movilidad del Plan Especial Alhambra. Fuente: Elaboración propia.

Os ofrecemos a continuación la reflexión que nos ha enviado María del Carmen:

Hace algunas semanas tuve la oportunidad de participar en un foro en el estudio GR Arquitectos. En él expresamos nuestros puntos de vista acerca de un punto clave en la historia de la Alhambra y que, a día de hoy, se encuentra algo olvidado: la Puerta de las Armas.

 Como elemento dentro del conjunto monumental de La Alhambra es clave: en su día fue el acceso más importante a la ciudad fortificada. Se encuentra en la cara norte de la colina de La Sabika, lugar por el que los ciudadanos de la antigua Granada – localizada en la Alcazaba Cadima, en el Albaicín – accedían a La Alhambra (bien para asuntos relacionados con la realeza, la propia ciudad de la Alhambra o el barrio castrense en la zona de la Alcazaba).

 

Acceso a la Puerta de las Armas. Fuente: Maria del Carmen de Luna.
Acceso a la Puerta de las Armas. Fuente: Maria del Carmen de Luna.

 

Ortofoto de localización. Fuente: Maria del Carmen de Luna.
Ortofoto de localización. Fuente: Maria del Carmen de Luna.

 

Además de un acceso importantísimo, esta puerta formaba parte de una estructura mucho más compleja. Unida al actualmente mal llamado Puente del Cadí por un tramo de coracha, constituía el medio de abastecimiento de agua para la ciudad de la Alhambra. El Puente del Cadí era en su día la Puerta de los Tableros que, a modo de presa, mediante unas compuertas, permitía subir el nivel del agua del río Darro para su recogida y transporte a ambos lados del río. A través de dos torres paralelas unidas a tramos rectos de muralla se distribuía el agua al Albaicín y a la Alhambra.

 Con el paso del tiempo, pero sobre todo desde la conquista de Granada por los Reyes Católicos, la ciudad de Granada va creciendo, se “cristianiza” y se monumentaliza un recorrido hacia la Nueva Casa Real: la Puerta de las Granadas, el Pilar de Carlos V y el propio Palacio de Carlos V son los nuevos protagonistas. Por esto, el acceso a la Alhambra comienza a realizarse cada vez más por la Puerta de la Justicia, perdiendo interés y uso la ya citada Puerta de las Armas.

Vista de la Puerta y trazado de la Coracha hasta el puente del Cadí. Fuente: Maria del Carmen de Luna.
Vista de la Puerta y trazado de la Coracha hasta el puente del Cadí. Fuente: Maria del Carmen de Luna.
Puente del Cadí. Fuente: Maria del Carmen de Luna.
Puente del Cadí. Fuente: Maria del Carmen de Luna.

Las consecuencias de este desuso vienen inmediatamente a afectar a su entorno más próximo: el barrio de la Churra, a los pies del Bosque de San Pedro. En un entorno Patrimonio Mundial (declaración conjunta Alhambra-Albaicín) encontramos calles como Almanzora Alta o Puente de Espinosa con un nivel de degradación sorprendente. El problema detectado reside en la falta de permeabilidad de estas calles, ya que vienen a desembocar en la tapia medianera con el bosque de San Pedro a modo de fondos de saco. Una pena que sólo transiten por ellas las pocas personas que viven en sus casas, puesto que la percepción del Albaicín desde este lado del río es verdaderamente especial.

 

Vista hacia el Albaicin.  Fuente: Maria del Carmen de Luna.
Vista hacia el Albaicin. Fuente: Maria del Carmen de Luna.

Este hecho, unido al desconocimiento del propio monumento, nos hace plantearnos la posibilidad de proponer soluciones al respecto: quizás se podría hacer accesible el Bosque al ciudadano, recuperar el acceso a la Alhambra y con ello nuevas perspectivas… el poder aproximarse a los restos de la Puerta de los Tableros, o el visualizar el Albaicín desde el interior de un bosque urbano nos parecen temas fácilmente recuperables con los que la ciudad de Granada ganaría espacios actualmente en desuso.

Al margen del tema en cuestión, parece interesante el debate sobre asuntos de patrimonio, aún más considerando el momento coyuntural por el que pasa la arquitectura. La puesta en valor de espacios o edificios es una forma de enriquecimiento a todos los niveles: social, cultural, económico, ambiental… Al hacerlo prolongamos la vida del monumento, siendo conscientes de que es un bien que llega a nuestras manos después de siglos de historia y que se mantendrá vivo algunos siglos más.

Maria del Carmen de Luna