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Mirar con atención hacia nuestros centros y barrios históricos es una responsabilidad inherente a toda ciudad con un patrimonio tanto material, inmaterial y social. Granada cuenta con tres figuras de planeamiento especial para tres zonas claves: Centro, Albaicin y Alhambra, desarrollados por equipos multidisclipinares que aportan una visión de conjunto e iniciativas integradoras.
Madrid, con una escala obviamente diferente a la de Granada, buscando su modelo para el siglo XXI, en 2009 convocó un concurso para elaborar Proyecto Madrid Centro, (PMC), ganado por un equipo multidisciplinar en el que han intervenido más de 50 expertos. Este proyecto ha recibido el prestigioso galardón en la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo (BIAU) en la categoría de Trabajos de Investigación, en la que competía con otros 70 proyectos internacionales. Además, ha sido seleccionado para representar a España en el Premio Europeo de Urbanismo.
Este proyecto, que se engloba más en la formula de los Planes Urbanos Estratégicos, tiene el peligro de caer en el olvido, y con ello todas sus iniciativas y formas de ver el centro de Madrid con una nueva óptica, “innovadora y hasta revolucionaria”, como se ha llegado a calificar.
Este es el tema del artículo titulado “¿MADRID TIENE UN PLAN?”
En plena resaca de la burbuja inmobiliaria, reinventar Madrid y colocarla en el circuito internacional (junto a Londres ya consolidada o París en claro resurgimiento) es el principio que atraviesa el Plan Madrid Centro. Otro es trabajar sobre la ciudad ya existente. “Apostamos por el reciclaje entendido tanto en sentido material como intelectual. Utilizar los entramados del pasado, pero con libertad”, explica Ezquiaga. Es más innovador trabajar en el Centro que en San Chinarro, opina Herreros. “La idea más ambiciosa es que, frente a lo difícil que resulta a una ciudad como Madrid ser novedosa trabajando sobre nueva planta, repitiendo modelos agotados, se puede ser mucho más innovador y vanguardista trabajando sobre lo ya existente”.
La superficie sobre el que trabaja el Proyecto Madrid Centro (el interior de la M30) es de 50,7 kilómetros cuadrados sobre 606 que ocupa todo el municipio de Madrid, y afecta a 1,075 millones de habitantes sobre un conjunto de 3,238 millones. Plantea la ciudad en distintos ejes que formarían una malla urbana: cultural, del conocimiento, verde…
Para empezar, propone una nueva organización de la ciudad a partir de agrupaciones de varias manzanas, de forma que el tráfico de paso circule por el perímetro dejando las calles interiores para residentes. Es una vuelta a la idea anglosajona de la unidad vecinal, donde alrededor de un colegio o la parada de metro se organizan las viviendas. “Parece muy innovador pero solo porque se ha perdido la memoria histórica”, dice Pérez Arroyo. “Se trata de crear comunidades más pequeñas que comparten servicios”. Este esquema se puede aplicar, por ejemplo, al área que comprende las calles de Serrano, Ortega y Gasset , Velázquez y Goya. Su interior, para los residentes, estaría formado por calles tranquilas, según las denominan los ciclistas.
Hablando de bicis, un itinerario muy apropiado para ellas es uno de los ejes verdes, que a su vez se integra en la idea de naturalización de la ciudad. Se parte del río, que ya está hecho y es la columna vertebral de Madrid. El eje más espectacular sería el que arranca en el Parque del Oeste y sigue por Vallehermoso, Canal de Isabel II, Colina de los Chopos (que incluye una operación de ordenar ese espacio desaprovechado para el público), parque de Berlín y M-30 este. Esas manchas verdes que ya existen se enlazan por franjas de ciudad más peatonales, con verde hasta en las fachadas y huertos en las azoteas. “Como si la naturaleza de la Casa de Campo invadiera la ciudad y recuperara su dominio”.
Y donde sea posible, generar actividades creativas, innovadoras y no convencionales. Se trataría de crear nuevos espacios para la innovación. Hibridar la ciudad universitaria con la implantación de empresas punteras. Un ejemplo, a la salida de la universidad y enfrente de las oficinas de Hewlett Packard. “Así se lanzaría la universidad a un nivel productivo muy importante”, destaca el equipo redactor. Todo esto unido al factor conocimiento que equivale hoy a las materias primas en otros siglos. “No todos los diseñadores están en Milán, ni todos los informáticos han nacido en Silicon Valley, y Madrid tiene una calidad espacial importante”, destaca Herreros.
El eje del Conocimiento apela al valor de lo intangible. Se da mucha importancia al valor económico de las ideas, “solo hace falta mirar Facebook”. Y Madrid, consideran, es una ciudad con una enorme capacidad para recibir ideas vanguardistas. Pero requiere importantes cambios: el principal, una normativa más flexible.
Cuando se habla del eje cultural, siempre se habla de la milla de los museos. “Pero existen excelentes posibilidades al sur, con Caixa Fòrum, La Casa Encendida, Tabacalera y el Price, y Matadero”, dice Ezquiaga. “Un eje que empieza en la cultura establecida y acaba en la innovación.
¿Y qué hacer con los edificios en mal estado? Reciclar. Una reutilización creativa de las construcciones existentes: transformar para conservar. El plan contempla el reciclaje de los barrios de Lavapiés, Tetuán y Valdeacederas, toda la trasera de Bravo Murillo y a pocos metros de la Castellana y la Plaza de Castilla. Zonas privilegiadas por su situación, pero deterioradas, donde se concentra el mayor número de inmigrantes y que en muchos aspectos es —aún— una “bolsa de vivienda tercermundista”.
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