“El Territorio Comprometido”
El pasado viernes tuve el honor, y la satisfacción, de dar una conferencia en la ETS de Ingeniería de Caminos, en Granada, en la que expliqué a trescientos futuros profesionales que, sin lugar a duda, los mejores proyectos que algún día harán, serán aquellos en los que prime por encima del resto de las cuestiones el respeto por el lugar y por su cultura… es decir, el respeto por el paisaje.
Les contaba que cualquier proyecto debe incorporar, además de los consabidos ingredientes económicos (¿cuánto cuesta?) y funcionales (deben atenerse a unas normas técnicas), otras cuestiones muchas veces menos tangibles pero con seguridad igualmente importantes: de una parte el conocimiento de los procesos de la naturaleza (medio ambiente, relieve, hidrología, ecología), así como el respeto por la dimensión social y cultural del lugar (usos, costumbres, valores del patrimonio cultural y percepción). En definitiva, el respeto por la realidad del paisaje que percibimos.
Y me gustó recordar que las mayores satisfacciones de mi vida profesional las he recibido cuando con mayor humildad me he acercado al lugar, y cuando el verdadero protagonista no ha sido “mi proyecto” sino la acción positiva que se derivara del mismo, dignificando esa calle o ese barrio, mejorando un paisaje o dotándolo de armonía… Como me gustó explicar a estos jóvenes profesionales que cuando abordamos las tareas a través de un respeto responsable, generalmente recibimos de ellas una serie de enseñanzas inesperadas, que generalmente son más importantes que nuestra aportación técnica.
Hablamos distendidamente de que los proyectos, sean del tipo que sean, suelen incorporar una serie de cuestiones complejas que deben ser resueltas desde a través de múltiples miradas. Y que por ello siempre son mejores los trabajos en los que han intervenido especialistas de diferentes disciplinas. Esta buena práctica profesional de trabajar en equipos multicolores no solo mejora el resultado de los trabajos, sino que hace que cada uno de nosotros vayamos creciendo al tiempo en conocimientos y en humildad.
En realidad, todo esto era lo que en realidad quise decirles a este buen grupo de ingenierillos, aunque también les hablé (porque era para lo que me invitaron…) de que no olviden que el paisaje es seguramente el mayor bien colectivo que tenemos, porque no solo es fruto de la interacción de nuestros padres y abuelos con el entorno en que vivían y por tanto sintetiza nuestra memoria colectiva, sino que es un bien colectivo susceptible de ser protegido, gestionado y ordenado.
Y que los buenos paisajes, de los que en Andalucía y en Granada conservamos maravillosos ejemplos, son el mejor termómetro de las sociedades equilibradas, responsables, cultas y sabias… Así que podemos sentirnos muy orgullosos de nuestras dehesas, olivares, campiñas, vegas, cultivos aterrazados, borreguiles… como de la extraordinaria relación con su paisaje circundante de tantos de nuestros pueblos blancos y escalonados…, o del mágico diálogo entre muchos de nuestros monumentos y su entorno urbano o rural: las iglesias mudéjares, las cortijadas, las eras de trilla, los molinos… que constituyen lugares tan sobresalientes (aunque a su debida escala, claro) como nuestra orgullosa Alhambra, ejemplo a nivel mundial por la delicadeza de su relación con el espacio asombroso que la rodea… Y cómo no recordar que en estas semanas nuestros bosques se tiñen de múltiples colores y contrastes, que nos hablan de una respetuosa y sabia manera con la que el hombre a través de la historia ha sabido relacionarse con su medio.
Por eso, cuando hagamos un proyecto, les invité, no sólo a contemplar los aspectos funcionales, geométricos, técnicos, legales o de costes… que sin duda alguna son importantísimos para garantizar su viabilidad. Porque existen otras cuestiones de índole social y cultural que no deberíamos ignorar. Y porque hay otros matices que tienen que ver con la sensibilidad y con el respeto con el que se debe uno acercar al lugar, que son desde mi punto de vista los únicos que son verdaderamente imprescindibles.
Juan Carlos García de los Reyes, director de Grarquitectos