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El municipio de Lanjarón se encuentra situado en la ladera sur de Sierra Nevada. Es conocido por su artesanía, por la producción de miel y la calidad de sus aguas medicinales, contando con uno de los balnearios más reconocidos de España.
El Museo del Agua es un proyecto del arquitecto Juan Domingo Santos, por el que ha recibido varios premios. El más reciente es el Premio de Reconocimiento en la categoría de Arquitectura en la XI Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo celebrada en la localidad cántabra de Comillas durante el mes de julio. Asimismo Juan Domingo junto a Álvaro Siza obtuvo recientemente el primer premio del Concurso de Ideas Atrio de la Alhambra con su proyecto “Puerta Nueva”, del que ya realizamos un artículo hace unos meses.
El proyecto del museo se inició con la búsqueda de un lugar donde se favoreciera la presencia del agua en unas condiciones naturales. El espacio elegido se encuentra situado en el acceso al Parque Natural de Sierra Nevada, junto al río Lanjarón y una acequia de riego que bordea unas antiguas construcciones utilizadas como matadero municipal. La intención al ubicar en este espacio el museo fue la de preservar el entorno mediante la creación de un itinerario que relacionase la nueva actividad con las infraestructuras de agua y algunas arquitecturas próximas como molinos y un antiguo lavadero público.
Dados los escasos medios de que se dispusieron, la intervención consistió en el reciclaje y reutilización de algunos elementos del entorno. Las naves del matadero, por ejemplo, se adaptaron a museo, y se incorporaron a las nuevas instalaciones los trazados de agua de la acequia y el río a través de un sencillo sistema de láminas de agua conectadas entre sí. Delante del conjunto se ha dispuesto una plaza de naranjos ligeramente elevada del suelo, con prefabricados de hormigón apilados y troncos de eucalipto de diferentes tamaños que se inundan temporalmente con el agua de la acequia, lo que configura un espacio con aspecto diferente a lo largo del día. La sombra y el olor a azahar de los naranjos, el sonido del agua al caer sobre los troncos del estanque y los reflejos del agua con la plaza inundada, crean una atmósfera refrescante antes de acceder al museo.
El ingreso se produce ocupando el patio del antiguo matadero con una nueva construcción en madera. Este pabellón alberga un espacio representativo dedicado al agua y se convierte en un hito de referencia en el paisaje. La construcción evoca la cubrición del Manantial de la Capuchina, una construcción del siglo XVIII realizada en madera que albergaba en su interior el primer nacimiento de agua en Lanjarón. El nuevo pabellón está concebido como un espacio para los sentidos, suspendido en el aire y con dos aperturas que permiten al visitante acceder al interior y participar de los efectos de luz y penumbra. Una lámina de agua extendida sobre el suelo refuerza aún más estas sensaciones, similares a las de los baños islámicos.
La intervención en las antiguas naves ha sido mínima y ha consistido en la demolición de las divisiones interiores, dejando a la vista las estructuras de paredes y cubiertas. Durante los trabajos se pudo descubrir que originalmente la estructura pertenecía a un conjunto anterior de molinos de agua, por lo que la recuperación ha adquirido una dimensión arqueológica
Los espacios expositivos se han dispuesto mediante una ocupación selectiva del interior de las antiguas construcciones, dejando los corrales y otras dependencias inutilizados hasta futuras necesidades. Con el fin de contrastar los muros de piedra y ladrillo del antiguo molino, se han dispuesto de manera localizada paneles trasdosados en color blanco que enmarcan los lugares de la nueva intervención. Las dos naves principales se destinan a salas de audiovisuales y una tercera para exposición temática de contenidos. En la nave más antigua un vidrio con proyecciones sobre su superficie emerge del suelo inundado con agua de la acequia, creando un juego de reflejos sobre los antiguos muros del molino.
Las obras del museo han sido llevadas a cabo por una empresa del pueblo con la colaboración de personas del lugar implicadas con su patrimonio y paisaje. El jardinero municipal, a quien se debe la alfombra de madera de eucalipto del suelo, fue la persona encargada del reciclaje de los árboles caídos tras un vendaval que azotó durante días el parque natural. La recuperación del antiguo molino aspira a convertirse de este modo en una acción participativa de la comunidad, un hito en la identidad cultural del municipio que favorezca el conocimiento del medio y de su historia y una mejora de la cohesión social. El hecho de construir un museo “entre todos” ha permitido que la recuperación de este espacio se entienda como un patrimonio propio que implica a la ciudadanía de diferente manera, desde los niños a los ancianos, que contribuyen a la divulgación de una historia viva a los nuevos visitantes
Santiago Salas Martín, arquitecto de Grarquitectos