…Y en ocasiones incluye experiencias decepcionantes con otras personas o con las empresas e instituciones a las que representan… pero si nos dejamos contagiar ya serían en vano otros esfuerzos por contribuir a que las cosas cambien…
Y la vida, aquí o allá, nos enseña que podremos contribuir más incluso que con nuestros aportes técnicos, con nuestras actitudes…
Porque a la equidad, a la sostenibilidad, a la armonía o a la prosperidad con las que sustentar el Desarrollo de Ciudades Comprometidas, no puede faltarle un ingrediente más importante aún: nuestra actitudcomprometida, como personas, y como ciudadanos…
Y tú, como yo, como nosotros, individual o colectivamente… ¿Cuánto podemos mejorar en solidaridad e implicación social? ¿En ser justos? ¿En comprensión y respeto a los demás? ¿En esfuerzo y entrega? ¿En amabilidad y ternura?
Feliz Navidad y venturoso año 2014
Juan Carlos García de los Reyes… y tus amigos de DCC:
Pedro, Carlos, Javier, Elena, Kika, Armando P., Santiago, Ana Belén, Czesto, Juan, María Ángeles, Jesús María, H. Armando, Reinaldo, Gabriel, Shirley, Nidia, Natalia, Maria, Gloria y Ana.
Ha sido una experiencia difícil de calificar porque fue al tiempo un reto deportivo y una vivencia existencial, donde la naturaleza en su máxima expresividad jugó un papel memorable…
El Misti es un volcán activo de prácticamente 6.000 msnm que preside la vida de Arequipa (Perú) que se levanta sobre la ciudad a modo de un cono perfecto de cuatro mil metros coronados por una estela nevada… pero es mucho más que una montaña esbelta e imponente. Es el símbolo más idóneo para los arequipeños que lo han elegido como el icono que mejor los representa: apasionados, orgullosos, amantes de su memoria, acogedores pero también duros de carácter. Y ayer pude coronarlo con lo que en cierto modo puse un broche mágico a la relación que durante los últimos tres años he mantenido con “la ciudad blanca”.
El Misti es una joya naturalística, que en su largo caminar hacia el cielo alberga ejemplos tan maravillosos como el queñual, un árbol solitario que nace en las alturas andinas, o la almohadillada yarata, que apenas crece un centímetro al año…
Ascenderlo fue duro, duro… muy duro, porque tuve que superar los límites de mi fortaleza y sobretodo los límites de mi mente, en una combinación nueva para mí y que, por tanto, ha dejado su huella y me ha hecho diferente. La enorme cota a superar y realizarla allá donde el oxígeno empieza a ser un bien escaso, me enseñaron que el soroche, o el mal de altura, te atenaza las fuerzas, bloquea tus decisiones, te hace sentir muy débil… A medida que iba pasando el tiempo iba experimentando sensaciones nuevas: difícil respiración, el cuerpo no te responde, llegan los traspiés, pequeños mareos, eventuales náuseas… pero sobretodo, tu mente empieza a repetirte una y otra vez que no merece la pena, que no estás preparado, que es fácil abandonar…
El primer día ascendimos hasta el campamento base a 4.800 msnm para partir (sin poder pegar ojo) a las 02’30 h. al ataque final a la cumbre. Previamente tuve que superar a todas las fuerzas de la sensatez y de mi desánimo, así como al intenso frío, que estuvieron a punto de hacerme abandonar, porque el soroche ataca sobre todo a tu fuerza mental. Ascender lentamente y temerosamente durante las primeras horas en hilera y bajo la tenue luz de los frontales fue una experiencia durísima y desmoralizante en la que cada paso era un reto… pero también la montaña, sin yo saberlo, estaba presta a regalarnos uno de los momentos más alucinantes y sublimes que he vivido.
A partir de las 04’30 h. la lejana y cercana a la vez silueta del volcán Pichupichu (junto con el gran Chachani los otros dos referentes del paisaje de Arequipa) fue rebordeándose por una línea de luz que poco a poco, lentamente fue anunciando un nuevo día… No sé cómo pasó, porque primero para mis adentros y más tarde a voz en grito empecé a cantar aquello tan bello de Lole y Manuel:
”la luz rompe tinieblas… la noche se despereza, el aire huele a pan nuevo: ¡ha llegado la mañanaaa!”
Y me acordé de mi tierra y de mis gentes, y de repente me sentí muy orgulloso de mis orígenes y de mi cultura… y me sentí tremendamente afortunado de poder estar ahí viviendo esa maravilla de la naturaleza… y recordé sobre todo a mi padre que siempre se sobrecogía con los misterios de la creación… Y, milagrosamente, la belleza y la sensibilidad vencieron por un par de horas al soroche ya que viví momentos inenarrables mientras seguía ascendiendo y ya mi cuerpo no estuvo atento a los males que hasta poco antes me hacían sufrir.
Fuimos ganado altura lentamente, muy lentamente, recuperando el resuello, aplacando la angustia, reconduciendo el oxígeno a los músculos con numerosas paradas cada vez más frecuentes y largas, en definitiva, administrando con sensatez, paciencia, fortaleza y tesón aquella angustiosa agonía que me recordó a las tradicionales pájaras que ya viví al toparme con el “muro” de los maratones que corrí por aquí o por allá: Treinta pasos, parada… Veinte pasos parada… Venga, que solo quedan un centenar de estos pequeños ciclos… Otra vez más…
Y llegué a la cumbre. Saboreando cada uno de los últimos pasos, coroné… El Misti fue mío. Y viví unos momentos memorables que fueron mucho más que la estricta culminación de un reto porque ya sabía a medida que iba acercándome a la cima que esta montaña formaría para siempre parte de mi vida…
Salté, grité, subí mis brazos, me abracé a los demás montañeros a medida que iban llegando, sonreí mucho, mucho… Disfruté de la cima, de la corona del volcán, del cráter con sus fumarolas y su olor a azufre, de sus maravillosas gamas de ocres, grises y amarillos…
Fueron un total de 13 horas netas de ascensión que las despaché de golpe en una divertidísima bajada saltando por una lengua de cenizas volcánicas que en menos de una hora me llevaron primero al campamento y después, con algo de caminata, hasta la camioneta que nos devolvió a la ciudad…
Antes de ayer escribí que he dejado mi huella en Arequipa diseñándole, con el apoyo de nuestro equipo de Desarrollo de Ciudades Comprometidas y de GRarquitectos, un Plan de Desarrollo Metropolitano lleno de impulsos transformadores y de esperanzas para sus ciudadanos, que me ha exigido grandísimos sacrificios personales y que como todas las cosas que merecen la pena ha estado lleno de dificultades, y también como cualquier acción que afecta a los estatus quo perversos o injustos, lleno de asperezas y de presiones que he, que hemos llevado con la mayor dignidad y coherencia… No en vano una vez oí que alguien decía en una conversación a mis espaldas:
“ ¡Al español no se le puede obligar… hay que convencerlo!”.
Y ahora, en justa correspondencia, también Arequipa me ha dejado su huella a través de su mejor representante, El volcán MISTI, colándose con fuerza en mi corazón y habiéndome ayudado a conocerme un poco mejor, habiéndome regalado sensaciones irrepetibles, habiéndome hecho un hombre diferente…