«El Territorio Comprometido»
El ex alcalde de Lanjarón, Mariano Ruiz, ha escrito en su blog un interesante artículo en defensa de la conservación de las acequias de su localidad. Le felicitamos por la forma que tiene de entender su valor patrimonial, desde el punto de vista ecológico, paisajístico, histórico y también económico, que a buen seguro compartirá la sabia gente de la Alpujarra. Manera de entender las acequias, que también desde GRarquitectos hemos promovido en los planeamientos que desarrollamos, (como el de Lanjarón) y en artículos en la Ciudad Comprometida que seguro que recordareis como Sembrar y cosechar aguas, el manual del acequiero, o La recuperación de las acequias. Os dejamos con el artículo:
Son muchas las razones que hacen que las acequias tradicionales de Lanjarón sean un bien a proteger y a preservar, dentro de lo posible, con la configuración y fisonomía de toda la vida.
El primer valor es el ecológico y paisajístico. Sierra Nevada, además de Parque Natural y Parque Nacional, es Reserva de la Biosfera. Este galardón se le dio por la ejemplar relación que han mantenido hombre y naturaleza a lo largo de la historia. El ser humano, con mucho esfuerzo y pocos medios convirtió en terrazas cultivables (bancales) lo que eran laderas de una inclinación indomable y construyó canales, acequias, para derivar agua desde los ríos a todo el territorio, consiguiendo, no solo poder regar esas tierras dotándolas de fertilidad, sino que las acequias, en su recorrido, van dejando filtrar agua a su paso con dos consecuencias de enorme importancia, la generación de ecosistemas en su ribera, principalmente de castaños, y la surgencia de fuentes en cotas inferiores. Los castaños, que viven de las filtraciones de la acequia, a la vez, la sostienen, al evitar la erosión de la ladera, se genera así lo que denominamos un círculo virtuoso.
Nuestro segundo valor es, por tanto, histórico. El que los árabes comenzaran, y el resto de pobladores, hayan continuado estas obras de ingeniería tiene un indudable valor histórico y ninguno de nosotros estamos legitimados a hacerlas desaparecer. A la vez que se construyeron, se generaron unas normas de uso que, con ligeras modificaciones, han llegado hasta nuestros días, configurando una forma especial de relacionarse los seres humanos entre sí y con la naturaleza y el agua. De ahí que todos tengamos un deber moral para quienes se esforzaron en su construcción y mantenimiento durante siglos, y, sobre todo, con las generaciones futuras que tienen derecho a conocerlas y a disfrutar de ellas como lo hemos hecho nosotros. No olvidemos que la Tierra no es una herencia de nuestros padres sino un préstamo de nuestros hijos.
Un tercer valor es económico. El mantener el ciclo del agua, tal y como lo hemos conocido en Lanjarón desde su nacimiento, nos garantiza, siempre y cuando el régimen de lluvias lo permite, la surgencia de fuentes y manantiales que a su vez garantizan el mantenimiento de actividad económica en los sectores del turismo de salud y del agua embotellada, pero también nos abre nuevas vías de desarrollo turístico. Como se ha dicho más arriba, nuestras acequias configuran un sistema de infraestructuras peculiar, unos usos de gestión que han creado una forma de relación de los seres humanos con el entorno muy determinada, tienen una historia que muchas personas de fuera quisieran conocer, generan un paisaje que muchos turistas quisieran visitar. Poner en valor las acequias es generar un nuevo atractivo turístico sostenible para nuestro municipio. Hacer de las acequias un atractivo turístico, hacerlas rentables económicamente es su mejor seguro de vida.
La Acequia del Aceituno riega los pagos más próximos a núcleo urbano y abastecía de agua para uso humano a la población en la época de los moriscos. Alrededor de ella había un núcleo de castaños centenarios que cubría helechos y una abundante vegetación. Hoy, esa parte de la historia de Lanjarón yace enterrada bajo una gruesa capa de hormigón, hoy los castaños secos solo sirven para que plantas enredaderas trepen por ellos mientras su madera se pudre, hoy la acequia del Aceituno, la que dio de beber a las primeras generaciones de pobladores de Lanjarón, es una tubería sin valor alguno.
Este sábado me dí un paseo y pasé por lo que queda de la Acequia del Aceituno, luego fui a la Acecarta, a la Nueva y a La Mesquerina, estas están mucho mejor al preservarse, en la mayoría de su recorrido, en su estado tradicional. Terminé bajando por el Tajo de la Cruz. Espero que os guste. Paseo por las acequias de Lanjarón
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