Cada vez que se aproxima la fecha en el que se cambia el horario de verano por el de invierno o viceversa, surge la misma pregunta. Para la Comisión Europea no hay duda alguna. El cambio de horario supone un ahorro de hasta 300 millones de euros sólo en España. Para otros, científicos, organismos, países y el propio sentir de la calle, no sólo cuestionan la eficiencia económica de la medida, sino que además resaltan los efectos negativos en el biorritmo de las personas.
Las dudas están ahí, y razones no faltan. Si analizamos los husos horarios del planeta se podrá comprobar como no todos los países se rigen por esta norma de ahorro energético. Potencias demográficas distantes del ecuador como China, India, Japón o Rusia, sostienen posturas distintas sobre la utilidad del horario de verano, y como en el caso de la Comisión Europea, avalados por estudios científicos. Por tanto, parece claro que a nivel planetario existen discrepancias sobre la efectividad de una medida que hasta la fecha sólo se aplica a un tercio de la población mundial.
Cuando el horario de verano se introdujo por primera vez en 1916 durante la Primera Guerra Mundial, las circunstancias sociales y laborales eran muy distintas a las actuales. Por entonces, la carga productiva se centraba en las primeras horas de la mañana, por lo que disponer de luz diurna antes, suponía un ahorro energético a las empresas. En el momento que las jornadas laborales comienzan a extenderse hasta la noche, la medida empieza a ganar detractores dado que el consumo vespertino se come el ahorro matutino. Contra este argumento se afirma que el ahorro se traslada de la empresa al hogar llegando a suponer 6 euros por familia al cabo del año.
Donde la idoneidad o no de este horario se cuestiona más suele ser en las regiones y países más cercanos al ecuador, dado que las diferencias de horas de sol entre verano e invierno son menos apreciables. A pesar de ello e independientemente de la latitud, son numerosos los profesionales que también discuten a favor o en contra de la medida. De esta manera, el horario de verano parece perjudicar a la industria audiovisual y más concretamente, a los programas del Prime Time. También se ven perjudicados los gimnasios ya que las horas de sol vespertinas invita más a la práctica del deporte en la calle que en los recintos cerrado. A favor estaría la hostelería y el comercio, que ven como sus ingresos aumenta al tener más horas de sol por la tarde dado que es el momento que, por norma general, dedica la gente al ocio.
Pero sin duda alguna es la salud la razón que más consenso suscita entre detractores y partidarios. Cuando se produce un cambio de horario no todas las personas se adaptan perfectamente. Los expertos coinciden en que los adultos necesitan una media de tres días para amoldarse al nuevo horario sin sufrir alteraciones significativas en su vida. Sin embargo, niños y ancianos son los que mayores dificultades presentan a la hora de ajustarse al nuevo horario. Son en ellos donde la alteración de la vigilia provoca cambios en el sistema hormonal que pueden acarrear cuadros de somnolencia, malestar, trastornos digestivos y cardiacos.
Hora arriba hora abajo, la llegada del invierno aviva un debate que cada vez cuestiona más la conveniencia o no de esta medida. Mientras tanto, este fin de semana toca retrasar el reloj. No lo olviden.