Si no se ha enterado estos días a través de las redes sociales o del propio Whatsapp que a partir de ahora para utilizar el servicio hay que pagar 0,87 céntimos de euros, es que probablemente haya llegado aquí por un desliz, porque evidentemente está totalmente desconectado del mundo virtual. Si no es así, entonces habrá padecido sin quererlo el absurdo debate sobre si se debería o no pagar los céntimos que pide la compañía para poder continuar enviando mensajes a todos sus contactos.
Y digo “absurdo” porque lo que está ocurriendo con Whatsapp no es más que la punta de un inmenso iceberg que tiene en jaque a cualquier negocio que trata de prosperar en un mercado monopolizado por el coste cero. Que una gran mayoría de usuarios estén dispuestos a dejar una aplicación que ha revolucionado la mensajería móvil por evitar pagar una minucia, no hace más que destapar el eterno problema de tener que competir contra el gratis total. Un gancho que años atrás tenía cabida como promoción pero que, con el paso de los años, está demostrando que cualquier empresa que quiera tener futuro en este mercado cibernético, tendrá que evitar si no desea poner en entredicho su viabilidad. Ya ocurrió con YouTube que tras pasmar ingentes cantidades de pasta no le quedó más salida que reinventarse con un formato publicitario para poder sobrevivir; o más recientemente, la misma Wikipedia que trata de subsistir con donaciones que no acaban de cubrir sus costes. Porque sí, a pesar de su apariencia etérea, en la nube le llaman ahora, a todas les llegan facturas de luz, servidores y demás suministros que hay que pagar, y salvo que sea una start-up dispuesta a mostrar gratuitamente lo que sabe hacer a la espera de que un grande sepa cómo sacarle dinero a su idea, lo más normal es que, tarde o temprano, tenga que plantearse o cobrar por el servicio o dejar hueco a la publicidad. No hay más modelo de negocio
Ésas son las dos únicas vías de financiación hoy en día en el mercado digital. Posiblemente habrá oído hablar del crowdsourcing u otras alternativas sociales, pero créanme, a día de hoy, o cobra por el producto o deja espacio a la publicidad, porque no espere que personas que no están dispuesta a pagar un euro por un servicio, sean de repente hermanas de la caridad dispuestas a donar nada. Así lo han entendido las empresas que tratan de hacerse un hueco en este difícil mercado como es el caso de Spotify, que aún así, le cuesta llegar a fin de mes. Llegado a este punto, ninguna de las dos opciones son entendidas por la mayoría de usuarios de telefonía e Internet. Es más, si existe posibilidad, cualquiera estaría dispuesto a comprometer seriamente su seguridad con tal de conseguir por otra vía de dudosa legalidad el mismo producto o servicio, libre de cualquier carga económica o publicitaria. Es evidente que este modelo de negocio es insostenible a largo plazo y que, no se hará esperar el día en que todos veamos las consecuencias del gratis total. ¿No lo creen?
Pongamos un sencillo ejemplo. Si la campaña contra la renovación del servicio en Whatsaap prospera, podría poner en jaque a la empresa y acabar por rescindir el servicio. Claro, mucha gente pensaría que existiendo Line no habría nada que temer, pues pasar de una a otra plataforma no supone ningún problema. Pero, de verdad, ¿ustedes piensan que una empresa que está invirtiendo dinero contante y sonante en publicidad televisiva de Prime Time no va a tratar de cobrarles el día de mañana? Si no se lo figuran a pesar de lo que haya dicho Line, es que no saben de lo que va el marketing. Por supuesto que tratará de cobrarles, de eso, no tengan duda alguna, porque ya lo hace con servicios anexos. Y bien, ¿qué harán entonces? ¿Pasarse a otra empresa prima? Puede ser, pero no piensen que esto será eterno porque detrás de cada proyecto hay capital humano, monetario e intelectual, y evidentemente, no son altruistas. La proyección de todo esto, llevado al extremo, sería la de volver a los mensajes SMS porque no habría empresa que quisiera realizar el servicio sin cobrar por ello nada. Ésas serían las consecuencias del gratis total.
Ahora, extrapolen este problema a la industria musical, cinematográfica, editorial, informática… y traten por un momento de entender el problema al que nos vamos a enfrentar si seguimos con esta política de no pagar por nada en Internet, o por no tolerar un banner en una página como ésta.
Y aprovechando este debate, déjenme que les diga lo que un escritor piensa al respeto sobre el gratis total.
Quizás este asunto ha puesto de manifiesto el valor del software, muchos hemos optado por reconocer el trabajo bien hecho y recompensarlo, sólo así seguiremos teniendo mejores aplicaciones.
Ojalá tu ejemplo cundiera entre toda la gente. No hay mejor recompensa que esa. Todo vale, tiempo, formación, idea, materiales, suministros… y evidentemente, hoy en día, la única recompensa a tanto esfuerzo no es otra que el dinero para poder seguir con más proyectos. Saludos.