Si alguien examina la evolución del precio del barril desde su anterior máximo en 2008, cuando alcanzó los 146 dólares por barril, podrá observar que salvo picos puntuales, el precio del oro negro seguía un movimiento lateral que oscilaba entre los 80 y 120 euros. Sin embargo, desde que comenzó el presente 2014, su cotización entró en una clara tendencia negativa le ha llevado a romper en estos días el soporte del canal, dando entrada a un nuevo escenario de mínimos cuyo desenlace parece de momento incierto. Muchas son las causas que empiezan a barajarse para explicar cómo el precio del crudo, pese a la desafiante situación geopolítica de Oriente Medio y Ucrania, sigue marcando precios por debajo de los 80 euros y sin atisbo alguno de que vuelva a recuperar una senda alcista.
La primera causa que se argumenta viene de la mano de la crisis económica. La débil y cuestionada recuperación de la economía europea, así como la moderación del crecimiento de las economías asiáticas, parecerían estar detrás del descenso de la demanda del crudo. Sin embargo, aunque el enfriamiento económico puede responder a esta situación deflacionista, no llega a ser tan pronunciada como en los momentos más álgidos de la crisis cuando el precio del petróleo remontó de los 40 a los 120 dólares. Entonces las tensiones geopolíticas, (Primavera Árabe), demostraron la hipersensibilidad de esta materia prima a los precios, circunstancias que en esta ocasión no han pasado factura. La irrupción del EI en Irak y Siria, la tensión entre Israel y Palestina, o la inestabilidad política de Libia y el este de Ucrania, no están alterando en absoluto la evolución del precio, una circunstancia nueva que invita a buscar otras causas en la caída del precio.
Para ello hay que trasladarse a Estados Unidos, donde su política de apoyo a la extracción de petróleo ‘shale’ mediante la polémica técnica de fracking, ha permitido no solo que el mercado norteamericano sea autosuficiente, sino que además se planteé por primera vez en muchos años, la posibilidad de exportar crudo al resto de países. Esta posibilidad, unida a la apuesta decidida de la administración de Obama de cambiar el modelo energético, está obligando a los países productores de petróleo a bajar los precios para conseguir echar por tierra los planes del gobierno norteamericano. Con un petróleo más barato, la extracción de la variedad esquisto dejaría de ser rentable y cuestionaría la eficiencia de otras fuentes energéticas alternativas. Así es como lo entiende el presidente de la OPEP y por ello, a pesar de la oposición de Venezuela, pretende mantener un escenario de precios bajos para recuperar la cuota de mercado perdida.
Sin embargo, no solamente Estados Unidos se está planteando su modelo energético en aras de encontrar el autoabastecimiento, sino que la Unión Europea y las potencias asiáticas, siguen la estela con el aliciente de impulsar a la vez una política medioambiental más sostenible. La mejora de la eficiencia de las energías alternativas como la eólica, o las exigencias de consumo energético en la automoción y hogar, están posibilitando que cada vez sea menos necesaria la dependencia del oro negro. De hecho, las estimaciones más optimistas hablan de que en cinco años se vivirá una revolución en el mundo de la automoción híbrida similar a la que en su día ocurrió con la telefonía móvil. Un nuevo escenario que presionará aún más la bajada del precio del petróleo. Que no extrañe que el fin del oro negro no llegue por su agotamiento, sino por su escasa rentabilidad.